Muchas ONG y organizaciones caritativas están desarrollando actividades sociales heroicas que deben ser elogiadas por elemental justicia. Pero algunas utilizan medios molestos para difundir sus actividades y se convierten en dudosos aparatos colaboracionistas de los estados. Es imposible que mediante una intensa y agresiva gestión de captación de fondos puedan asumir tantos objetivos para luchar contra la injusticia y la pobreza, pues esa misión económica deberían asumirla los estados y organizaciones con acceso a fondos públicos suficientemente dotadas como para ser eficaces y no se tengan que valer de artificios y retórica para trasladar su responsabilidad a la natural sensibilidad humana cuando son sometidas a campañas agresivas publicitarias para sensibilizar a la ciudadanía que dispone de escasos medios económicos y menos aún psicológicos como para entender las disculpas de los gobiernos que incumplen con su responsabilidad de enfrenarse a las necesidades de quienes necesitan apoyo público. Las ONG deberían ser financiadas por los estados y evitar presionar con agresivas campañas de publicidad y medios psicológicos a la ciudadanía para captar fondos, que se siente incapaz de eludir la presión de una propaganda diseñada por expertos cuyos fundamentos motivadores a veces no se corresponden con el ideario que proclaman algunas ONG. Son reiteradas las operaciones fraudulentas descubiertas que han alertado sobre la legitimidad de algunas con apariencia social, que encubren actuaciones tanto de ONG apócrifas o de gobernantes ruines que desvían fondos en favor de políticos o instituciones a otros países sin que se depuren responsabilidades suficientemente, pues algunas resultan ser operaciones encubiertas de movimiento ilegítimos de capitales a “paraísos fiscales” con la apariencia de lucha contra la injusticia y la pobreza. No obstante, es de justicia resaltar el testimonio ejemplar de la actuación de la mayoría de las ONG.