Marruecos, ese país hermano, cuando les conviene a los gobiernos, que está herido por un terremoto, con más de 2000 muertos; y no acepta de momento la ayuda del los países del G20, Europa y del mundo entero, que no miran si el país está regentado por un chuleta que no quiere que se vea, ni publique la miseria que hay donde ordena y manda como un sátrapa del que es casi, si no todo, propietario. Supermercados, gasolineras, bancos, compañías de seguros... y tiene la desvergüenza de decir que no necesita tiendas de campaña (allí con una lona o plástico y cuatro palos construyen una vivienda soportando frío o calor extremos). Además, tiene para echar mano de los habitantes del Sahara y trasladarlos para que desentierren a los vivos y a los muertos en los pequeños pueblos bajo el Atlas, muevan los escombros de adobe y apilen a sus muertos. Marruecos es un país hermoso donde los haya, pero están bajo las garras de un personaje abominable, amigo de España, que le regala el Sahara y sus habitantes. Con las riquezas de Mohamed VI bastaría y sobraría para auxiliar a las familias muertas y atormentadas vivas. La indolencia del monarca desde su palacio de recreo de París dicen todo sobre el personaje. Desolación.