Me acuerdo de lo que hice, incluso la madrugada del 25 al 26 de agosto de 1983, que con la cuadrilla estuvimos de fiesta por Basauri. Después entraba a trabajar de tarde de 14.00 a 22.00 horas, pero la riada hizo que no pudiéramos abandonar la empresa ya que el río nos había sitiado y con total oscuridad pasamos la noche deseando que amaneciera pensando en nuestras familias. 

A las doce del mediodía pudimos salir como pudimos; yo lo hice descalzo porque las botas se me quedaron atrapadas en el barrizal inmenso en la que se había convertido el paisaje después de que el agua se retirara de nuevo a su cauce. 

A todos los eventuales nos rescindieron el contrato, a pesar de lo cual nos apuntamos voluntarios para limpiar la fábrica aunque había más voluntarios qué material con que hacerlo. Sufrí episodios de angustia y ansiedad de no ver futuro, debido a la gran calamidad en lo que se había convertido todo, y eso hizo que dos semanas después cogiera la mochila y me fuera a Lleida a la recogida de fruta. Pues bien allí conocí a mi pareja, con la que he formado una familia y estoy a punto de prejubilarme en la misma empresa, en la que aquella noche me quedé atrapado.