Para Celaya, la poesía era un arma cargada de futuro. A Blas de Otero, al final, siempre le quedaba la palabra. ¿Pero, qué poesía y futuro puede caber en el agravio personal? ¿Qué palabra puede definirlo? Los ataques de la diputada ultraderechista, Carla Toscano, a la ministra de Igualdad, no fueron disparates producto de un calentón, sino una estrategia bien planeada por los herederos de la pesadilla, que tuvo que soportar España tras la insurgencia totalitaria del 36 y durante la tiranía. Todo indica, y los hechos lo acreditan, que el objetivo Vox es recobrar protagonismo a base de devaluar las instituciones y el sistema democrático. Este pasado miércoles, Toscano, reincidente y no fue la única, ha superado su marca infamante pasándose en rojo todos los semáforos de la decencia parlamentaria. Llamó a la ministra de Igualdad, “libertadora de violadores” y le espetó: “El único mérito que tiene es haber estudiado en profundidad a Pablo Iglesias”. Y mientras tanto, el vicepresidente de la Cámara, sin saber reaccionar, pedía orden entre risas, gestos y gritos de aprobación de una desmelenada turba ultraderechista y el PP como testigo mudo. En pocos países democráticos se toleran tales posturas ofensoras e inmorales. En España, la ultraderecha se apoltrona en ciertas comunidades autónomas. ¿Deberían saltar ya las alarmas, o todavía no?