Este pasado fin de semana, nos visitaron unos parientes de fuera y aprovechamos para enseñarles rincones de nuestro Bilbao. La subida a Artxanda fue obligada y desde allí decidimos ir al punto opuesto en las alturas: nos acercamos hasta Kobetas, a la zona más cercana al aparcamiento de caravanas. Íbamos acompañados por niños a un balón pegados y la zona de canastas la disfrutaron muchísimo. Hasta que se puso el sol. Ni una farola en esa parte habilitada para juegos. Un par de focos bastarían para solventar la incomodidad y darían, incluso, sensación de seguridad a los paseantes tardíos una vez que el sol se esconde, que ahora, con el horario de invierno, se acerca a las seis de la tarde de manera peligrosa e irá avanzando de forma paulatina a las sobremesas. Pero eso da para otra carta.