Para ti hablo cuando escribo, Almudena. Almudena era descrita por su primer apellido: Grandes, así, en plural; tan inmensa era. Su segundo apellido, Hernández, como el Miguel violentamente apagado, ya revelaba un libre pensamiento. Y lo que era peor para los sectarios intolerantes; su verbo fluido, insubordinado y acusador. Colores: Almudena fue pintada de rojo; el tono de una actitud contestataria en lugar del inamovible y durmiente adoquín. Le hicieron un favor y dio las gracias, antes de subirse al tranvía hacia el cementerio civil de Madrid. Así de educada y cumplidora era ella. Para ti hablo cuando escribo, Rodríguez-Almeida. Bajito alcalde pequeño de Madrid. Elegido por tres heridas: la del PP, la de Vox y la de Ciudadanos, ¡ay, Miguel! Almeida es alcalde de algunos, no de todos. Siempre servil con quienes le aseguran el pan de hoy, aceptó los votos de Más Madrid para aprobar sus presupuestos a cambio de que Almudena fuera nombrada hija predilecta de Madrid. Poco después dijo que Almudena no lo merecía, "pero todo sea por los presupuestos". Inmoralidad de libro. No dio el pésame. No asistió al funeral, y su PPartido y camaradas se alinearon con ese señor del que les hablo. Acomplejado literariamente y corrosivo con los que piensan diferente de la ultraderecha, charla de prisa y corriendo y canta por Julio Iglesias (este sí es hijo predilecto) lo de señor y truhán. Alcalde de Madrid, ahí es ná...