Para conocer el sabor de las cosas hace falta tiempo. El sabor de la vida es muy distinta en tiempos y lugares. La niñez sabe tierno, la juventud y la vejez, distinto. La juventud es la provocación a la vida; la vejez, una novela completa, pero inacabada, que no tiene por qué ser triste ni alegre; no de final feliz o desgraciado. Simplemente el final de un tiempo que fue. La juventud sabe a limpio en todos sus matices. Los sueños no huelen. Por eso, soñar es libre, aunque sea despierto. El arte es un sueño. La poesía es un sueño imposible pero real. Por eso es distinto el sabor que el olor. Cuando pasas por el corazón los recuerdos y le das una pátina de melancolía es cuando la vida huele a tierra húmeda y sabe a tierra seca, a naranja amarga, a chocolate amargo y a niebla; a miel, a arena y polen cuando el sol y la luna están ausentes sin sangre en las venas. El tiempo madura tu amargor y tu dureza si alguien sabe esperar. Y las aventuras pueden llegar a convertirse en remansos llenos de paz y el humus, barro rico en vida, en cuna de nuevas vidas, cervatillos nuevos y pajarillos traviesos, como en los cuentos de hadas.NOTA DE REDACCIÓN. Las cartas no deben superar los 500 caracteres y deben estar identificadas con nombre y apellidos de su autor, así como la dirección, teléfono y el DNI. DEIA se reserva el derecho a la edición de las mismas.