Eso decía el emérito comisionista en su discurso del 24 de diciembre del 2011 y añadía: La ejemplaridad debe ser una meta para los cargos públicos. Afortunadamente, vivimos en un Estado de derecho, y cualquier actuación censurable deberá ser juzgada y sancionada con arreglo a la ley. Con todos mis respetos, a ver si es cierto que la ley es igual para todos, porque esa pasta de las comisiones que supuestamente usted trincó y luego evadió, hubiera venido muy bien para ayudar en una mejor atención a los mayores que han dejado su vida en algunas residencias. Señor supuesto comisionista, supongo que tendrá cargos de conciencia al ver las condiciones de vida de muchos súbditos de este país, mientras usted supuestamente regala a una de sus amiguitas un fortunón de millones de euros, sin acordarse de quienes le han aclamado durante años, pensando en su supuesta honradez. Ahora no nos vale que quizás, en un supuesto acto de cinismo y poca vergüenza, nos diga por televisión: Lo siento, me equivoqué. “No hay peor tiranía que la que se ejerce a la sombra de las leyes y bajo el calor de la justicia”, dijo Montesquieu.