La búsqueda del regalo se había convertido en un imperativo categórico, casi obsesivo. El deambular por Bilbao provocó encuentros con firmas de renombre, cercanía y accesibilidad de información, respeto y ayuda, pero el dorado no aparecía. Hasta que la madrugada empujó a la inquietud y teclear en Google me llevó a un comercio de toda la vida y lleno de propuestas. Un comercio experto, que lleva más de 30 años tirando de su sueño y que por falta de fidelidad familiar al negocio y quizás también de ayudas municipales que faciliten que siga vivo, va a conjugar ese verbo tan tajante y sin opciones: cierra. Hablamos de los pequeños comercios que cierran, de cómo se presentan clientes que, en lugar de dirigirse a la conversación en busca de la calidad, tiran del comercio on line. ¿Son los alcaldables de nuestra villa capaces de abrir las puertas sin que la corriente de aire provoque escapadas por la ventana?