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Carta a la monarquía

Al pobre y al feo todo se le va en deseo. Desgraciadamente, somos muchos más los pobres que los ricos. De feos o guapos no vamos hablar porque va en gustos. Actualmente los y las monarcas son más guapos que antes, por fuera. Por dentro me da que no hay mucha diferencia. Un rey o reina puede estar decrépito y renco, pero real; sigue teniendo la sangre azul, ponerse al mundo por montera y vivir, nunca mejor dicho, a papo de rey. Y eso debería estar prohibido. Venir de la pata de cristo, ya no se estila. Si no quieren que los reduzcan al ostracismo o al exilio, las monarquías deberían pedir un referéndum para que el pueblo diga si los quiere o no. Y ese cuento de siempre de que no es el momento, no cuela. A nadie le gusta que lo tiren en el basurero de la vejez, ni que se le note en cada gesto la decisión de no querer seguir viviendo; y esto mismo es lo que parece que proclama a gritos la monarquía en tiempos de democracia.