Agur, Ramón
Lekeitio está triste hoy. Sol y nubes parecen haber hecho un pacto y los barcos de pesca descansan en el puerto sin apenas moverse. Conocí a Ramón de forma fugaz, en la comunión de su nieta Irati. El viejo arrantzale lucía impecable ropa de domingo, vestido con mimo por su mujer, Mariasun. Me llamó la atención su mirada limpia, la de un hombre bueno. Le susurré algo y me devolvió un leve atisbo de felicidad: estaba rodeado de todo lo que amaba. Llevaron su silla de ruedas justo frente a su mar, para las fotos. Allí se le escaparon unas lágrimas, las de un hombre que sabe que se va y se enorgullece de lo que deja. Hoy se ha ido. En silencio, como lo hacen las olas que besan su querida Isuntza; como tantas madrugadas para faenar. Sus hijos y nietos no tendrán que levantar mucho la mirada para encontrarle en el cielo: Ramón siempre estará en el mar. Goian bego.