Ningún balón más manchado de sangre. Las patadas no son para los estómagos, ni las bengalas tienen otro destino que no sea el firmamento. Las pelotas de golf tomen solo perfume de hierba fresca. San Mamés campo ancho y abierto, nunca tumba. Ocio para la vida, para la amistad, para la fraternidad entre los pueblos, no para la muerte y el odio.
¿Terminaremos detestando esa pelota mareada, terminaremos parando ese fútbol salvaje? Esos partidos nunca se debieron haber celebrado, esas turbas nunca debieron haber desembarcado. Desde Moscú sopla tanta furia helada, pero a los leones locales tampoco les han crecido alas angelicales.
Gargantas de fuego, rostros duros, puños de hierro, pero corazones urgidos de ternura y latido. Ningún partido vale la vida de un valiente er-tzaina. ¡Descanse en paz!