Cobardía o traición son los términos con los que el PP y otros se refieren a la estancia belga de Puigdemont, acusándole de no dar la cara a la justicia española.
Paradógicamente, quienes le acusan no recuerdan que entre los colaboradores del Gobierno existen antecedentes de mutis por el foro que no tienen nada que envidiar al affaire del president. Adivinen quién, tras su apoyo a la dictadura de Primo de Rivera y a resulta de las elecciones de 1931, tomó las de Villadiego hacia el país origen de los Bourbons, ahora Borbones, y cosas del destino, las cortes españolas acusaron al ínclito de alta traición. No acaba ahí. Su vástago, alerta de que Franco había iniciado la reconquista, ofreció sus servicios incondicionales al movimiento, pero fueron desestimados. No obstante al finalizar la contienda envió un telegrama al vencedor: “Arriba España”. Dicen que incluso vistió camisa azul y que en 1941 buscó el apoyo de la Alemania nazi para restaurar la monarquía. La herencia la cobró su descendencia y volvieron entre vítores. Puigdemont ha equivocado el bando, es republicano.