Arabia Saudí y las monarquías del Golfo se enfrentan a Irán en Siria, Irak, Yemen y Bahréin. En Siria, el régimen apoyado por Irán y Rusia combate a parte de los rebeldes suníes que los saudíes, turcos y Estados Unidos apoyan, así como al Estado Islámico. Los kurdos combaten tanto a Al Asad como al Estado Islámico. En Yemen hay tres partes en conflicto: el gobierno suní al que apoyan los saudíes, los rebeldes hutíes financiados por Irán y el Estado Islámico, y aquí todos combaten entre sí. En Bahréin, la mayoría de la población chií se rebeló contra la monarquía suní que ostenta todo el poder, y los países del Golfo enviaron tropas para aplastar las revueltas auspiciadas por Irán. En Irak, el gobierno en manos de los chiíes, junto con los kurdos apoyados por Estados Unidos, combaten al Estado Islámico, e Irán apoya al gobierno iraquí en su lucha contra el Daesh. Así las cosas, kurdos e iraníes son los que realmente se enfrentan al Estado Islámico y, aunque luchen ahora, no hay que olvidar que las monarquías del Golfo financiaron, armaron y adoctrinaron tanto a Al Qaeda como al Estado Islámico. Una cooperación entre Estados Unidos, Irán y los kurdos, ayudaría a estabilizar esta convulsa región. La pena es que el equilibrio de poderes va en contra de esta posible alianza. Tanto Rusia, como Turquía, Israel y Arabia Saudí se opondrían a este tipo de alianza, la única capaz de dar paz a la región.
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