En una entrevista que le hicieron a la creadora de monólogos y actriz, Antonia San Juan, entre otras cosas, decía: “A mis 55 años y, gracias al psicoanálisis, puedo dormir, por fin, con la luz apagada. La religión me hizo muchísimo daño. Tiene cosas terroríficas. Creer en el más allá es un pensamiento medieval”. Su amigo y consejero, el cineasta Pedro Almodóvar, con un tono más agrio, decía también en una entrevista: “Yo y muchos españoles sufrimos una educación religiosa de la culpabilidad y del castigo, perfecta para crear un mundo de psicópatas”. Es verdad que una desafortunada catequesis pudo dañar psicológicamente a muchas personas. Pero no fue lo normal. Ahora, sin embargo, en estos tiempos materialistas de aparente optimismo humano, la Organización Mundial de la Salud nos alerta diciendo: “La tristeza es el asesino invisible que asolará en este siglo a los europeos. Un millón y medio de personas se suicidará cada año”. ¿Buscamos un responsable? En mi experiencia diaria, creer en la nada es soledad, vacío y fracaso del proyecto humano. Creer en Dios es sentir la compañía de alguien que nos ha tomado muy en serio. Yo duermo con la luz apagada.