Para que Félix de Azúa entrase en la Academia/ quizá se pesó en oro su verso y su silencio/ y se pasó por alto la más pesada ausencia de antológico velo./ Quizás le abrió las puertas su Historia de un idiota/ viéndose ya traducida a varias lenguas, quizás/ en fin, su apenas conocida obra./ No es nada vergonzante: organismos anémicos/ llamaba a estos palacios Julio Caro Baroja. Félix pudo aprenderlo de galos que no cito:/ no es tener una gran obra lo importante./ Llama la atención, insulta y dales palo en tus escritos,/ enseña tu trasero y tu notoriedad se hará ambulante. ¿Quién cree que Ada Colau fue puesta en entredicho/ por un arranque académico de Azúa, de Félix principiante?/ No es corta la reputación de pescadera ni es un plante/ en boca del besugo, más bien es un capriccio.
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