Desde hace ya un tiempo somos testigos del uso inapropiado de nuestra lengua, sobre todo, por parte de algunos políticos. En cuanto al género gramatical se refiere, estamos más que aburridos de verles salir sin pudor alguno a la palestra, escupiendo en sus discursos “todos-todas”, “compañeros-compañeras” “amigos-amigas” y “ciudadanos-ciudadanas”. Ni qué decir tiene que este tipo de desdoblamientos son tan inútiles y redundantes como artificiosos e innecesarios y, además de casi rozar el esperpento, van en contra del principio de economía en el lenguaje. Por tanto, deberían de evitar de una vez por todas estas absurdas y machaconas repeticiones que, conforme dicta la RAE, no generan más que dificultades sintácticas y de concordancia.
Ántro Bilbao