Me dirijo a ti después de comprobar con resignación que los mayas se equivocaron, y que el mundo sigue igual de injusto y despiadado. O, tal vez, seamos los que en él habitamos que lo hemos convertido en humanamente hostil. Me temo que el problema no era que el mundo acabara, lo verdaderamente desolador es que continúe tal como está. Sin embargo tiene sus ventajas que no llegara su final el 21 de diciembre. Entre ellas se encuentran que, seguramente, conoceremos si Rajoy pide el tan nombrado rescate o lo deja de pedir, si el nuevo pariente que nos ha salido (la prima de riesgo) sube o baja, si Angela Merkel se humaniza, si Catalunya se independiza... y viviremos (porque ya toca) el ansiado final de esta larga crisis económica.

Querido 2013 no hagas honor a tu nombre, para los supersticiosos, y déjate querer. A cambio te prometo que te pondremos buena cara ya que, según nos cuentan, parece que también nos llegas enfadado. Te intentaremos tratar con mucha paciencia y una buena dosis de humor. Aunque suene duro, deseamos que por fin seas el auténtico año de la crisis, es decir, de las oportunidades, de los finales de situaciones personales dramáticas, de los comienzos de nuevos proyectos, del trabajo, de las expectativas renovadas... de la incertidumbre, esta vez, cubierta de esperanza. Y, por favor, no te portes muy mal con los que peor lo están pasando. Te cuidaremos bien, 2013. A poco que colabores, te convertiremos en un gran año cargado de buenas intenciones y repleto de mejores realidades para todos.