Hace 100 años nació la mía. Se dice pronto pero da vértigo. Ha sido contemporánea de la Primera Guerra Mundial, de la atroz Guerra Civil, testigo del bombardero de Gernika y de la larga noche del franquismo, de la Segunda Guerra Mundial… y gracias a Dios ahí sigue.
Sirva esta modesta carta para rendirle homenaje, y en ella a todas las amatxus que han sabido gestionar todas las crisis habidas y por haber sido y son el pilar fundamental de una sociedad viva, honesta e incansable como es la sociedad vasca. Quien tiene una madre tiene un tesoro vivo. No son un valor amortizado, son quienes han puesto las bases de nuestro futuro y del futuro de nuestros hijos.
Desde los pies de la Amatxu de Begoña un beso a todas y naturalmente el más gordo de todos para Santa Uribarri.