Estamos en plenas fiestas navideñas. Poco a poco nuestro entorno se transforma de forma entrañable: Luces de colores, abetos, guirnaldas, villancicos, regalos y nuestros mejores deseos para un mundo mejor, sin olvidarnos de las opulentas mesas llenas de exquisitos manjares.
Aunque es increíble que el nacimiento del maestro del pacifismo se celebre con la matanza más grande del año.
Es desconcertante que a quien en su nacimiento le fueron cerradas las puertas de todos los hogares, a quien los únicos que le acogieron ofreciéndole refugio y calor fueron los animales: vacas, bueyes, terneros, corderos... se celebre matando a los descendientes de sus benefactores.
¡Jesús vino a este mundo para ayudar a las personas, pero también a los animales!
En las granjas de ganadería intensiva de todo el mundo malviven el doble animales que habitantes tiene en sus totalidad este planeta, una cifra que nos debería hacer reflexionar sobre cuan grande es el abuso de la sociedad ante el reino animal.
Los animales y la naturaleza en general no son respetados en nuestra sociedad. Han sido degradados a simples factores de producción, sin dignidad ni derechos, habiendo sido convertidos en un mero objeto de consumo para muchas personas.
Por eso estas navidades no coma animales, ellos son nuestros hermanos menores.
Dejémosles vivir pues ellos llevan en sí la respiración que proviene de Dios al igual que la de los hombres. No cometan maldades, destruyendo una parte de su propia vida interna, matando y comiendo animales.