El 23 de noviembre tuve la oportunidad de asistir al debate del programa Ni más ni menos de ETB2, cuyo tema era "quitar la paga de navidad a los funcionarios, sí o no". Al margen del debate en sí sobre este extremo, lo que me produjo una gran tristeza fue comprobar cómo, desgraciadamente, hay personas en nuestra sociedad, pero gente llana, que parecen alegrarse del mal ajeno. Personas que, como siguen en sus trece de considerar al empleado público como un privilegiado, bajo su excusa de "arrimar el hombro porque estamos en crisis", en realidad lo que hacen es, justificar el castigo a los empleados públicos por el hecho de serlo, por tener un trabajo seguro (sobre esto habría mucho que hablar; entre los empleados públicos hay también precariedad y cada vez menos seguridad del puesto) y también porque considera el principio de solidaridad como "el estar todos iguales hacia abajo", es decir, que si yo estoy mal, no me alegro de que mi vecino no lo esté; quiero que también él esté mal.
¿Qué está pasando en la sociedad para que ese sentimiento haya calado tanto entre tanta gente? La respuesta, probablemente, la encontremos en el capitalismo y el neoliberalismo tan brutal que nos invade en toda Europa. Triste, pero real.