Desde hace mucho tiempo se ha instalado una opinión generalizada en este país que señala el derrotismo en el que estamos instalados. Una y otra vez nos quejamos de lo mismo, "no llegamos a fin de mes, no sabemos si cobraremos la jubilación". Entre otras quejas que se convierten en topicazos. Me gustaría mirar hacia atrás y ver lo que se hacía.
Los tiempos en el pasado no fueron ni mejores ni peores, eran como se tomaban. La filosofía por la que transitaban los ciudadanos no estaban asentadas en las quejas. Estaban cimentadas en la acción, en el trabajo, en el esfuerzo. Se trabajaba por encima de todo, el sueldo era algo secundario. El sueldo se ganaba con el transcurso de tiempo. Se sabía y se era muy consciente de que algunos personajes eran unos pillos, trataban de engañar a sus contratados, pero eran los menos.
Los empleos que había eran de todo tipo, hasta acomodadores de cine, una profesión desaparecida que se debió a la entrada en vigor del salario mínimo interprofesional. Una norma cuyo balance no es muy satisfactorio. Hizo desaparecer lo que hoy llamamos mini yop. Empleos con un sueldo corto, pero un cauce para financiar necesidades de jóvenes no emancipados o un complemento económico para sueldos también cortos.
Tenemos el derecho a quejarnos, pero quejarse mucho puede que resulte contraproducente. Menos lágrimas, menos sollozos y más emprendimiento. La crisis es la oportunidad de las personas que aspiran a vivir con dignidad. La crisis es el oasis de las ideas y de las iniciativas. Todo lo que baja sube y si estamos abajo solo nosotros podemos subir. Si esperamos que nuestros dirigentes políticos resuelvan la situación estaremos condenados a la indigencia.