El lunes me desperté a las 7.00, como los últimos días. Me levanté y aseé según mandan los cánones. Desayuné siguiendo los consejos de las autoridades sanitarias, mientras escuchaba con fruición la Radio Nacional de España. Hice un supositorio con toda mi indignación y me lo apliqué vía rectal.

Salí, tomé el autobús y me crucé con otros como yo, al parecer todos tristes, todos mediocres, todos grises, todos normales... Nadie hizo lo que los resultados dicen que muchos han hecho. Incluso, muchos no hicieron nada en absoluto. Entré a trabajar, una jornada más, otro día igual. Nada ha cambiado... ¿Año 1950? No, 2012.