Conocí a Manolo Matos en 1979, y desde el primer momento me resultó una persona terriblemente entrañable y solidaria, que me protegió paternalmente en mi primer contacto con el mundo del trabajo, por lo que desde entonces caló preferentemente en mi corazón. Me lo encontré 4 años después, cuando volvía a entrar a trabajar de eventual en la fábrica que AHV en Etxebarri y nuestro reencuentro fue muy agradable e inmediato.

Sin embargo, por circunstancias y a pesar del cariño que nos procesábamos, estuvimos casi una década sin estar en contacto, hasta que nos reencontramos de nuevo en La Marcha de Hierro de 1992, y desde entonces ya no perdimos el contacto.

Siempre nos ha demostrado un cariño, una predisposición y una atención muy especial, realmente esa era su forma de ser, tanto hacia mí como hacia a Montse, mi pareja, a quien encontró un sitio donde empezar a hacer prácticas cuando terminó la carrera de Derecho. Siempre he visto a Manolo como una de las personas más buenas y desinteresadas de este mundo, al que echaremos mucho de menos, pero pensar que haya donde esté nos estará esperando, nos da un sosiego y valentía para cuando nos tengamos que volver a ver. Manolo Matos descansa en paz y hasta la vista.

Manuel Ballesteros