A una ex caja de ahorros
Estimada amiga: Hemos caminado juntos desde los comienzos de mi edad adulta. Desde aquella primera y lejana nómina. Aún recuerdo el día en el que nos conocimos. Tan brillante en su flamante sobre, con su intransferible clave, por fin mi propia tarjeta de crédito, verde esperanza y cargada de oportunidades. Aquí tiene usted, señor, lista para utilizarse en todos nuestros cajeros. Y desde ese momento, una interminable lista de gestos de incondicional amistad por tu parte: tantos euros por enviarte a casa mis notificaciones, una pequeña comisión por aquí, otra por allá justo ahora que te has quedado en números rojos de desempleado, que para eso estamos los amigos, para echar una mano cuando hace falta... En fin, lo recuerdo y no puedo si no emocionarme.
Estimada compañera, cómo han ido cambiando los tiempos. Las cosas no van bien, aunque por suerte, y a pesar de las dificultades que dices estar padeciendo, sigo contando con tu incansable apoyo y los entrañables favores que de él se derivan. ¿Recuerdas cuando te solicité un crédito personal para echar una mano a un familiar en una situación complicada? Si fuera para comprar muebles te lo daría, pero para ayudar a un familiar, creo que habrá dificultades... Para que luego digan que tu ingente obra social es solo un lavado de cara.
Qué injustos y miserables somos a veces los ciudadanos de a pie. Con todo lo que nos has dado, con todo lo que nos estás dando y con todo lo que nos darás. Y la única forma que se me ocurre de agradecértelo es esta miserable carta... Otros ni eso... Qué poca sensibilidad, amiga, la de todas esas familias a las que concediste un crédito para comprar una vivienda. Que no valoren ni un ápice que te hayas quedado con su hogar haciendo tuya su insufrible carga, que les hayas condenado a la miseria y su insomnio con una deuda de unas decenas de miles de euros y que no tengan el detalle de agradecértelo.
Porque el precio de la vivienda se ha hundido; porque los sueldos se han hundido; porque la paz, el presente y futuro de todas esas familias se ha hundido, pero los intereses y deudas ahí siguen, implacables, escritos y sellados por notario. Estimada ex caja de ahorros, tú y los que te gobiernan (y los jueces que ratifican tus desahucios) os merecéis el cielo.
Eternamente tuyo.