Este no acaba de ser el país serio por el que postula Angela Merkel. Recién pasadas las eurovacaciones de Semana Santa entre el recogimiento de los cofrades y el fervor popular en las calles por las que circulan pausadamente las imágenes veneradas en los pasos de las procesiones, el rey decide distraerse de sus perseverantes tareas de palacio saliendo de safari a un país africano a diez horas de vuelo. Apuntando bien alto en su objetivo: cazar elefantes.

Este quizás no es un país serio, que no. Quizás parece demasiadas veces un país delirante. Soy uno más a la hora de denunciar que lo del monarca Juan Carlos -la máxima representación del Estado- no es el gran ejemplo para un 50% de nuestra juventud que no puede cazar un puesto de trabajo ni en esta época de safaris. No es buen ejemplo para esos cientos de miles de familias acuciadas por los desahucios. Nos invade la sensación de que este monarca tiene una sensibilidad social muy precaria y de que cuando habla de responsabilidades ante la crisis y de arrimar el hombro todos los españolitos, las palabras han quedado en mera palabrería ante unos hechos que hablan por sí solos en el lenguaje de los elefantes.