Cada cual, dependiendo de los años y las vivencias que compartió, guardará una imagen de Juan Carlos. Y es que tu recuerdo vive en nuestro tiempo. Para mí, ha sido un regalo haber compartido contigo grandes momentos en familia. Verte defender con firmeza tus principios y tus proyectos. Y no quiero olvidar al Juan Carlos generoso que disfrutaba tanto haciendo planes con sus sobrinos. Por no hablar de las Nochebuenas, cuando los más pequeños de la casa esperaban inquietos la llegada del su mejor Olentzero. Por cierto, ese era el instante en el que no te veía en el salón, ¿dónde estabas, tío? Sin embargo, la suma de todos los recuerdos tampoco es Juan Carlos. Porque no hubiéramos deseado que pasaras tan pronto a formar parte de ellos. Pero sabemos que no podemos resistirnos a aceptar que eres recuerdo, cuando es ya lo único que nos queda.
Cada persona dispone de un tiempo, que tú exprimiste al máximo. El tuyo fue tan intenso como corto. Te quedaron cientos de cosas por hacer. Y, sin embargo, todo lo que dejaste ya daba para dos largas vidas. Las cosas que hacemos pensando que somos eternos no son tan importantes como el tiempo que disponemos para hacerlas. Sin embargo, esas muchas cosas de ti nos quedan, aunque el tiempo se te agotara. Y ahora, Juan Carlos, estás repartido en forma de recuerdo entre todos los que te conocimos. Tu memoria forma ya parte de nuestro tiempo. Y mientras dispongamos de tiempo, seguiremos, Juan Carlos, dándote vida. Has pasado de estar junto a nosotros a estar dentro de nosotros.