Me avergüenza lanzar este grito, ¡quién me lo iba a decir! Pero, cada vez se me hace más difícil soportar la tortura de pasar los pasos de peatones elevados -auténticas trampas para éstos- y las durísimas bandas transversales que violentamente obligan a reducir la velocidad de los vehículos castigando cuerpos (humanos, ¿eh?) y máquinas.

El pasado jueves, el Ayuntamiento de Bilbao aprobó un normativa para regular la colocación de dichos obstáculos en la calzada y, si mal no entendí y para más inri, por unanimidad. ¡Increíble! Por antinatural e injusto.

Lo primero, porque es obvio: si se destina un espacio para la circulación de vehículos, éste debe estar libre de obstáculos para los mismos; además, bastaría con dejar que se degrade el asfalto sin gastar un solo céntimo en su reparación, sería gratis y mucho más consecuente, el sí, pero no es hipócrita y cobarde.

Lo segundo, también es evidente: Hay muchas cosas que son legales e injustas, ésta es otra más porque castiga a todos siempre, cuando ni los que infringimos los límites de velocidad lo hacemos siempre.

Además, los elementos reductores de velocidad obligan a disminuir ésta por debajo de la mínima obligatoria (!) y, casi siempre, impide llegar a la velocidad máxima permitida por señal, cuando la hay.

Los radares, sin embargo, sólo penalizarían a quien supere la velocidad máxima permitida. Nada más. Y aportan dinero al erario público. Señores ediles, es imposible que ignoren cuanto digo aquí, ¿por qué no los colocan?

Lo segundo, también es evidente: Hay muchas cosas que son legales e injustas, ésta es otra más porque castiga a todos siempre, cuando ni los que infringimos los límites de velocidad lo hacemos siempre.