Dijo ayer el presidente de BBK, Xabier Sagredo, que la operación de compra de Ayesa “tiene buena pinta” y añadió que está “en nuestras manos”, en las del consorcio de inversores vascos, que el contrato se firme las próximas semanas. Conociendo su preferencia por el trabajo discreto es mucho decir, significa que todo avanza dentro del camino trazado y que más pronto que tarde se materializará el podría llamarse rescate de una compañía vasca que, manteniendo sedes y presencia social, parecía haberse esfumado del radar. Llama la atención el músculo financiero que está exhibiendo este año Euskadi gracias a una fórmula de éxito: la colaboración entre la administración y el sector privado. Dijo Ernesto Valverde antes del partido contra el PSG que el Athletic es una aldea gala en el norte del mundo de excesos del fútbol, pero sin poción mágica. Sagredo destacó ayer que BBK ha alcanzado su independencia financiera “sin fórmulas mágicas” y puso en valor el “rigor” y el trabajo que hay detrás. Y porqué no permitirnos trasladar el argumento al caso de Talgo o de Ayesa. El tejido industrial vasco gana peso gracias al estímulo de agentes que han tenido que fortalecerse en el gimnasio antes de demostrar su capacidad de compra. Es la fórmula vasca, que tiene entre sus ingredientes el trabajo silencioso. En las antípodas de, por poner un ejemplo que viene al caso por el lado ortográfico y fonético, el método de Isabel Díaz Ayuso, tan esclava de la verborrea en busca de votos como enemiga de la inversión pública.