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La defensa del arte (contemporáneo)

SI, como se popularizó en muchos discursos de hace casi un siglo, toda propaganda debe ser popular, y adaptar su nivel al menos inteligente de los individuos, el arte hace mucho tiempo que emprendió un camino diametralmente opuesto. Creo que es un extremo en el que coincidirán detractores y entusiastas del tipo de arte que encontramos en las salas de arte de Tabakalera, del Pompidou de París, el MoMA neoyorkino o el Museo Guggenheim Bilbao.

Regreso a un camino muy trillado, pero hasta los senderos más veces hollados tienden a desdibujarse. Con más razón en un tiempo como el nuestro, en el que el mensaje breve y directo, con la ayuda del algoritmo de turno, suele imponerse sobre cualquier otro elaborado: un mugido o una explosión son sencillas de comprender, pero no parecen el vehículo ideal para resumir pensamientos desarrollados.

En el caso del arte, es habitual tener que enfrentarse –con una paciencia digna de Sísifo– a lugares comunes de la talla de “esto lo hace mi hijo de tres años”, “estos me están tomando el pelo” o “esto, para el que lo entienda”.

Como responsable desde 2020 de la programación del Festival Internacional de Cine Documental y Cortometraje de Bilbao – ZINEBI, me he encontrado con mensajes de esta calaña que sobreviven a las décadas como un dogma de fe. Al encontrarnos en un territorio artístico muy acotado (cine documental y cortometraje) siempre hay quien, sin ser espectador del Festival, se despacha con simplificaciones y nos endosa un “estigma cultureta”. No habría demasiado problema en soportar el sambenito y rebatirlo, si no fuera porque regresa una y otra vez: es una infamia sencilla, replicable y reafirmante para quien la pronuncia. Y que reafirma y acomoda a quien no siente ningún interés por el arte y la cultura. Como agentes culturales, creo que nuestra función es la contraria. Con más motivo, si somos conscientes de que la reducción o desaparición de las artes y humanidades en los planes de estudio (porque eso, ¿para qué nos sirve?) ha contribuido a un debilitamiento de la base cultural en buena parte de la ciudadanía que dificulta su acercamiento al arte.

Si me ataño a mi ámbito, ¿quizá sea la programación de cortometrajes y documentales (algo que viene claramente especificado por el nombre del Festival que existe desde antes de que naciésemos la gran mayoría de personas que estén leyendo este texto) lo que nos adjudica ese estigma? Películas que mayoritariamente se ven por primera vez en el Estado en Bilbao, durante ZINEBI. Para un público atento, proponemos el mejor momento para descubrirlos: el primero. Eso sí, sin el poder de influencia mediática de otros festivales de mayor tamaño (como el Festival de San Sebastián, el de Valladolid o el de Gijón, por ejemplo) resulta complicado transmitir la relevancia de las pequeñas y grandes películas que programamos año tras año, y que muchos aficionados al cine no tienen la oportunidad de conocer y disfrutar. Cada año es un reto transmitir el interés de nuestras películas, que estoy seguro de que sorprenderían para bien a gran parte del público interesado en nuestro tiempo.

Este año ZINEBI, que empieza este viernes, presenta en su programación el último documental de Werner Herzog (mundialmente estrenado en Venecia, y que se verá por primera vez en Bilbao, presentado por un gran amigo del Festival como es Albert Serra), tenemos el nuevo trabajo de Gianfranco Rosi (documentalista ganador del León de Oro de Venecia) y otros siete largometrajes documentales de todo el mundo que han triunfado en Ámsterdam, Marsella, Nyon o Florencia. En este último, en el Festival dei Popoli, que acaba de cerrar su 66 edición, han premiado un cortometraje documental catalán –La desesperació de la pell– que, en el Estado, se verá por primera vez en Bilbao el sábado día 22. Ese mismo día será el estreno mundial de El cuerpo de Cristo, la adaptación animada del cómic ganador del Premio Nacional 2024, dirigido por la propia autora, Bea Lema, y coproducido por el vizcaíno Iván Miñambres. Esa misma sesión se cierra con el cortometraje japonés Ideal Son, dirigido por el coguionista de Ryusuke Hamaguchi (nominado al Oscar por Drive My Car) y de Kiyoshi Kurosawa; y se abre con uno de los cinco cortometrajes candidatos al mejor corto europeo del año para la Academia de Cine Europeo, The Flowers Stand Silently, Witnessing.

De todas las sesiones que se extenderán hasta el día 27 se pueden extraer historias como estas: recibimos más de 9.000 cortometrajes, y creemos no estar errados en lo que elegimos para mostrar al público vasco. No hay más que verlos, comentarlos, hablar sobre ellos.

Soy de la opinión de que el arte siempre ha buscado “tensar la cuerda”. Aquellos que se interesan por la cultura buscan mejorar, conocer más, escuchar más y formarse para tener una idea más amplia y elaborada del mundo, del arte y de la sociedad en la que viven. El arte cuestiona normas sociales, fomenta el diálogo y la crítica, puede servir como instrumento para la protesta o como herramienta reivindicativa. El arte estimula y anima a la cultura y al conocimiento. También ahora que tan poco reflexionamos sobre dónde queda ese conocimiento, y hay quien inocentemente piensa que lo tenemos todo correctamente guardado en una nube digital.

En Euskadi hay abierto un campo más amplio que nunca para apoyar y fomentar la cultura. Hay profesionales y equipamientos culturales más conectados que nunca con el mundo que trabajamos para acercar a la ciudadanía obras de teatro, exposiciones, películas de las que se presume en otras geografías cuando se presentan allí. Despachar cualquiera de estas demostraciones artísticas con adjetivos gruesos como cultureta, porque no coinciden con alguno de los gustos mayoritarios, es un acto perversamente nocivo para el fomento de la curiosidad, la inquietud y el conocimiento. Veamos películas y exposiciones, comentemos obras de teatro y conciertos, hablemos sobre el arte contemporáneo y fomentemos el arte de nuestro tiempo. l

Programador del ZINEBI