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Pantalla plana

Carlos Marcos

Israelvisión

IsraelvisiónRTVE

Eurovisión es un tostón. Aunque en su momento recortaron el tiempo de las votaciones para que cada país entregue de viva voz únicamente sus 12 votos, al haber por ahí tanta peña se les ha ido de las manos y la cosa se hace larga y muy tediosa. Cuatro horas y cuarto duró la final del sábado, una barbaridad que prácticamente duplica el tiempo que duraban antes las finales de Eurovisión.

Primero fueron las 26 actuaciones (20 de los países clasificados, la del anfitrión y los cinco enchufados por pasta) interrumpidas por continuas pausas publicitarias, como si eso fuera Antena 3. Luego llegan los mil resúmenes de las actuaciones para incentivar el voto de pago y al final una ronda de 37 países y otra de 26 votando, primero sus jurados y luego el supuestotelevoto colonizado por Israel. Es como si votaran 63 países en una noche. Un horror en forma de paja porque hasta el último minuto ya nada sirve de nada. 

Pésima calidad

Así que a poco que las canciones que compitan sean entre normalitas y malas (este año el nivel estuvo bajísimo, el más bajo de la historia diría incluso, sin miedo a exagerar) y que la tele anfitriona no prepare algo espectacular y potente para arrancar y animar el intervalo, la cosa se queda en un festival que, pese al pantallón, las lucecitas y los tópicos eurovisivos, se hace demasiado largo, solo apto para ver zapeando o mirando en el móvil los memes que van surgiendo, pero difícilmente digerible de tirón.

Este año la tele suiza, por lo que sea, tampoco se rebanó los sesos y tiró de trámite con los ya habituales autohomenajes y autoplagios de los últimos años para rellenar las dos semifinales (ese musical de los tópicos suizos era demasiado parecido al musical de los tópicos eurovisivos que ya nos cantaron) sin guardarse nada mejor para la final del sábado. Es como si supieran que con latensión existente por la presencia de Israel impuesta por la UER no había por allí demasiado que celebrar ni nada que mereciera trascender.

Autoritarismo y censura

Pero la edición de este año, además de por el horror en el que sus responsables han convertido Eurovisión (a puntito están de cargárselo), pasará a la historia por el autoritarismo y la censura impuesta para no mencionar, como sí se hizo en la semifinal del jueves, la masacre de Israel con el pueblo palestino. TVE lo resolvió poniendo brevemente un cartel, que ni se molestaron en locutar para quienes tengan problemas visuales, con el mensaje: “Frente a los derechos humanos, el silencio no es una opción. Paz y justicia para Palestina”.Luego, en el turno de Israel incomprensiblemente acataron la censura y Tony Aguilar y Julia Varela guardaron silencio (ese que decían que no era una opción) sobre la masacre de Gaza y la amenaza sufrida por RTVE. 

Al final, como sabrá usted, varias delegaciones televisivas estuvieron al borde del infarto pensando que se quedaban sin viaje el año que viene porque casi gana Israel (al final Israelvisión se hará en Austria); y Melody, la representante española, quedó antepenúltima y muy cabreada, tanto que ni apareció por el terrible programa que TVE le montó después.