Cambiar de bando
Ya hay sentencia (aunque cabe recurso) del juicio sobre una de las peores cosas que pueden pasarle a una persona: que tu pareja te drogue durante años para que desconocidos te violen. “La justicia francesa condena a 20 años a Dominique Pélicot por drogar y violar a su exesposa Gisèle junto a decenas de hombres” (Público). Una cifra exigua para el tamaño de la atrocidad, aunque es la máxima condena posible. Me quedo con que Gisèle tuvo el valor de llevar a sus violadores ante la justicia, se negó a ocultar su rostro y su historia y consiguió, con ello, que la vergüenza empezara a cambiar de bando. La verdadera Persona del Año.
¿No hemos aprendido?
La sentencia del Caso Pelicot llega cuando vemos en redes nuevas denuncias de abusos todos los días. Tengo claro que prefiero entender y no juzgar que alinearme con mensajes como los de la actriz Macarena Gómez y su marido: “Han caído justos por pecadores”, “están todos los tíos cagados”, estamos ante una caza de brujas y donde hay que denunciar es en el juzgado. ¿No hemos aprendido que cada quien cuenta lo que puede, como puede y cuando puede? ¿Que un simple mensaje anónimo puede haber costado un triunfo? ¿Que la justicia todavía tiene un gran ‘debe’ en este tema y que es mejor no echar la lengua a pacer? (Diario Crítico)
Lo de Ábalos
En la crónica marrón, surrealista y por ello fiel reflejo de la política española actual, tenemos a un José Luis Ábalos dispuesto a morir matando. Yo no sé si cobró comisiones en contratos públicos durante la pandemia, si hubo tráfico de influencias o si, por el contrario, es inocente de todas las acusaciones, pero ésto no lo vi venir: “Ábalos denuncia a la Guardia Civil” (Huffington Post). El ex ministro caído en desgracia ha denunciado que la Unidad Central Operativa interceptó su “correspondencia privada” siendo aforado como diputado en el marco de la investigación del caso Koldo. Cuadrados los tiene.
Las cosas del comer
Al contrario de lo que pueda parecer, cada vez nos interesa menos la política. O mejor dicho, podemos seguir con más o menos atención lo de Ábalos, lo de Koldo…pero sabemos cuáles son las apreturas y dónde están: “La vivienda se convierte en el primer problema para los españoles y la política desciende a la sexta plaza” (El Plural). El precio de la vivienda ha adelantado al paro y a la situación económica para convertirse en la principal preocupación del país, según el Barómetro del CIS de diciembre. Y pese a todo, estamos enganchados a la morbosa actualidad de quienes gastaron un dinero que no acumularemos ni en toda una vida.
Presencialidad y presentismo
La pandemia aumentó el teletrabajo, que parecía que llegaba para quedarse, pero no. Muchos de quienes entonces aplicaron esa fórmula ahora dan vuelta atrás y obligan a sus trabajadores a volver a la oficina…con consecuencias: “La vuelta a la oficina está saliendo cara a las empresas: están perdiendo a su mejor talento por imponer presencialidad” (Xataka). ¿Me obligas a ir a la oficina? Me busco otro sitio donde no sea así. Si se ha probado la fórmula y parece que da resultados, ¿por qué forzar una presencialidad que, en muchos casos, es puro presentismo? Todos conocemos algún ejemplo.