La creatividad se cultiva. No se llega con ella impregnada en la piel desde el nacimiento, ni incrustada como algunas habilidades en el ser interior. Se hace. Y para su desarrollo se necesita de tiempo y paciencia. Los expertos alertan cada vez más del peligro del acceso ilimitado a los dispositivos tecnológicos. Las pruebas PISA ponen, esta vez, el acento en algo no menos importante: la pérdida de la creatividad en estudiantes de 15 años con desarrollo matemático notable. Será terrible construir sociedades integradas por quienes saben operar matemáticas pero no imaginar. ¿Los robots les suenan? Pues eso.