La insólita decisión de Pedro Sánchez de abrir unos días de reflexión sobre su continuidad o no al frente del Gobierno español por el impacto emocional y personal que le ha causado el acoso político, mediático y judicial a su pareja, Begoña Gómez, ha sumido al Estado en un grado de incertidumbre y de crisis institucional sin parangón. El irrespirable clima político que se vive en la capital, con las principales formaciones partidarias emponzoñándolo todo, con acusaciones sin límite de respeto y veracidad, con una utilización tóxica de la administración de justicia y unos medios de comunicación convertidos en arietes contra la conveniencia, nos coloca al borde de un colapso democrático que puede acabar con el mandato de Pedro Sánchez en la Moncloa. El desenlace de esta crisis, con la máquina del fango actuando a pleno rendimiento, puede abrir la puerta de un nuevo tiempo de inestabilidad que desemboque en unas nuevas elecciones generales. Éramos pocos y parió la abuela.

... Y parió la abuela

Esto ocurre a una semana vista de que un millón setenta mil vascos y vascas acudiéramos a las urnas para elegir al nuevo Parlamento de Euskadi. Los resultados de dicha votación son conocidos por todos. El Partido Nacionalista Vasco fue la fuerza más votada en la Comunidad Autónoma Vasca con más de 370.000 sufragios y 27 escaños, seguido de cerca por EH Bildu con el mismo número de representantes y apenas 30.000 papeletas menos. El Partido Socialista fue la tercera fuerza y tras ella, el Partido Popular. En los últimos puestos de las alternativas con presencia parlamentaria, Sumar y Vox.

Superado el pico de adrenalina y de apasionamiento de un primer momento, hoy puede hacerse un análisis sosegado de la foto sociopolítica que los electores dejaron en las urnas.

Por empezar de atrás hacia delante, indicar que la extrema derecha aguantó el pulso en Araba y pese a que el Partido Popular pugnaba por hacerse con su espacio, los de Abascal consiguieron sobrepasar la barrera del 3% manteniendo su acta en la Cámara de Gasteiz.

Especial detenimiento merece el resultado obtenido por la “Izquierda Confederal” -Podemos y Sumar-.

Su presencia en el escenario electoral venía marcada por la división de ambas familias. El canibalismo de la izquierda española volvía a dejar un cuadro cainita total que ni la amarga experiencia de Galicia consiguió recomponer en Euskadi. Más allá de la soberbia por la primacía de unas siglas, las dos formaciones concurrentes llevaron adelante una estrategia de campaña lamentable.

Digo lamentable porque lejos de analizar sus debilidades-fortalezas, se dedicaron a hacer un llamamiento permanente por acabar con el gobierno de coalición PNV-PSE, sirviendo en bandeja a sus posibles seguidores la opción del “voto útil” capitaneado por EH Bildu.

Las citas de Belarra a la “corrupción sistémica” del PNV o los llamamientos de Iglesias, Uriarte o Gorrotxategi a desalojar del poder a los jeltzales tuvieron como respuesta de la sociedad vasca un suspenso absoluto. Y Podemos se multiplicó por cero.

Algo parecido le ocurrió a Sumar que en “lucidez e inteligencia” siguió los pasos de los morados. Su única representación parlamentaria la obtuvo el coordinador general de Ezker Anitza, partido que en el ámbito estatal acaba de anunciar su divorcio con la alternativa que dirige Yolanda Díaz. Un exiguo “éxito” de quienes pueden tener una fugaz existencia.

El Partido Popular comenzó la campaña apelando a la moderación y a la foralidad en un intento por recuperar el espacio perdido durante años. Los populares contaban con el inestimable apoyo de su grupo mediático de cabecera, perfectamente engrasado en erosionar la fortaleza del nacionalismo gobernante. Pero De Andrés volvió a perder el rumbo, incorporándose al discurso desintegrador y populista de Ayuso, escorando nuevamente su perfil. Pese a todo, el PP consiguió una tenue remontada haciéndose con un escaño más (7) de los que tenía en el anterior mandato. Siete parlamentarios que, pese a las pretensiones propias y ajenas, no serán decisivos ni necesarios para la gobernabilidad futura.

Entre otras razones, porque el Partido Socialista rentabilizó bien su papel compartido en la gobernabilidad y estabilidad institucional. Pese a que su avance electoral no haya sido significativo, su resultado, alimentado por la regla de distribución D’Hont, le ha permitido sumar dos parlamentarios más a los que ya ostentaba, garantizando, en caso de alcanzar un acuerdo con el PNV, la mayoría absoluta necesaria para abordar con certidumbre la próxima legislatura.

Nadie puede negar que EH Bildu haya obtenido un resultado magnífico. Todas las encuestas anunciaban un importante repunte de la lista electoral de Sortu. La Izquierda soberanista había sabido subirse a la ola y con un perfil de moderación, muy próximo a la imagen tradicional del PNV, supo ganarse la atracción de miles de votantes que confiaron en su propuesta de moderno “cambio de ciclo”. Pero, a medida que los sondeos fueron ratificando su crecimiento, hasta darle como virtual vencedor de los comicios, la ansiedad pudo a los aspirantes. Y a Pello Otxandiano se le hizo larga la campaña. Por eso, pese a la desbordada alegría de su militancia por el indudable éxito electoral alcanzado, el resultado dejó un regusto amargo en su grupo dirigente. El empate a escaños, y no haber conseguido el ansiado sorpasso al PNV, empañó el hecho de que en Gipuzkoa y Araba EH Bildu fuera la primera fuerza política en respaldos populares.

Pasado el 21 de abril, EH Bildu ha recobrado su tono habitual. Prueba de ello es que Otegi haya retomado su especial mordacidad, arrogándose mayorías sociológicas opinables (ha incluido al parlamentario de Sumar dentro de su especial catálogo de representantes soberanistas en la Cámara de Gasteiz). Arnaldo, en su función de repartidor de carnets, no ha tenido duda en señalar categóricamente quién es o no abertzale y quién de izquierdas. Y se ha permitido deslegitimar un probable pacto PNV-PSE en lo que ha denominado “día de la marmota”. Muy en la línea tradicional del pasado MLNV.

Pronto conoceremos si la Izquierda Abertzale guarda en el armario el disfraz con el que se ha presentado estas semanas pasadas y mantiene el porte de oposición pancartera en las sesiones parlamentarias venideras. Veremos si Otxandiano sigue siendo el líder de la oposición o ese papel se la reserva a Arkaitz Rodríguez o a Nerea Kortajarena. Por lo pronto, cabe la reflexión que pasadas las elecciones realizaba en el diario Gara un histórico de Izquierda Abertzale, el antiguo miembro de la Mesa Nacional de HB, Joxemari Olarra. “No olvidemos jamás –escribía Olarra– que sin la presencia en la calle, sin la lucha, sin ser quienes generan los acontecimientos no lograremos nada. Porque el objetivo, para lo que nos comprometimos en la lucha, no es ser una hegemonía política de gestión del sistema. El objetivo es transformar el sistema.”

Por último, está el resultado del vencedor de los últimos comicios, el PNV. Todas las encuestas, todos los pronósticos, presentaban de antemano al partido jeltzale como el gran derrotado en las elecciones. Los vaticinios, sustentados algunos en estudios sociológicos y otros en expresiones voluntaristas –se ha vuelto a poner en evidencia un amplio frente deseoso de acabar con la hegemonía del PNV– anunciaban un descalabro para los de Sabin Etxea. Máxime, tras el relevo en su principal valor electoral. La decisión de situar como cabeza de cartel a un nuevo protagonista –Pradales– y el cambio generacional en las listas, lejos de incidir en la pérdida de apoyo social ha venido a reforzar la imagen de marca del PNV, que en un intenso esprint de campaña consiguió convencer a una parte importante de los indecisos para que volvieran a confiar en sus siglas. Con apreturas, sin excesos de triunfalismo, el PNV ganó y recuperó buena parte de su fuerza. La suficiente como para encarar un nuevo mandato en el gobierno del país. Lo deberá hacer con humildad. Aprendiendo de los errores pasados. Y con la ayuda y colaboración de otros –los socialistas– con quienes ya comparte responsabilidad de gobierno en el conjunto de las instituciones del país.

El próximo lunes ocurrirán muchas cosas. Pero en Euskadi lo trascendente pasará por el inicio de las negociaciones PNV-PSE para conformar un nuevo Gobierno vasco. El acuerdo debe llegar sin ansiedad, pero cuanto antes mejor. El país necesita estabilidad frente a la incertidumbre que se vive en el Estado. Solidez y consistencia frente a los cantos de sirena. Y alternativa a la crispación y al fango.

Miembro del Euzkadi Buru Batzar del PNV