LEÍA el otro día una noticia sobre los cambios que ha hecho no sé qué partido para renovar su estructura orgánica de cara al nuevo ciclo electoral. Entendí que ese nuevo ciclo estaba configurado por las autonómicas de Euskadi y Galicia y por las elecciones al Parlamento Europeo. Teniendo en cuenta que, si es ese el criterio, afrontamos un par de ciclos electorales por año, si hay que renovar los equipos para cada uno de ellos, no auguro demasiado éxito a los recién nombrados. No, al menos, un éxito muy duradero.

Hace no demasiado tiempo, teníamos periodos más largos sin elecciones, uno de los últimos es el que fue desde la repetición de las Generales en junio de 2016 hasta las Municipales de mayo de 2019. Casi tres años sin elecciones, algo que ahora nos parece poco menos que una eternidad. Lo cierto es que ese tiempo sirvió para que quien tenía encomendadas responsabilidades de gobierno gobernara y quien había quedado relegado a labores de oposición, hiciera propuestas constructivas más pensadas en aportar que en desgastar al oponente de cara a la próxima cita con las urnas. En definitiva, que había menos ruido y eso facilitaba que cada uno se centrara en el día a día. El parón electoral lo notaron las imprentas, que vieron cómo sus cuentas de resultados se reducían considerablemente; pero lo notaron, sobre todo, los usuarios de redes sociales. Y es que hay determinadas cuentas, no sé si llamarlas falsas o anónimas, con nombres de todo tipo, incluso de protagonista de serie de televisión, que tuitean desde la sede de algún partido, que multiplican su actividad de forma proporcional a la cercanía de las elecciones. Ahora, en lo que parece la antesala de las elecciones vascas, hay cuentas que ya se han puesto en marcha y comienzan a embarrarlo todo con ataques personales y mentiras. Lo más triste es que la única duda que tienen los candidatos no es si les tocará o no a ellos sufrir ese acoso, sino cuándo les tocará.