Hoy se está hablando sobre un conflicto entre Israel y Hamás, pero quizá el denominado conflicto es entre dos pueblos, y comenzó con la lucha entre el sionismo y la población originaria palestina por el mismo territorio. Para intentar resolver el problema existente, la ONU decidió crear dos estados. Y en realidad se ha creado solamente uno, que es poderoso y lo abarca todo, pues en su interior mantiene un Territorio Ocupado.

Ya en 1937 David Ben Gurion había expresado el programa: “Un Estado judío en una parte de Palestina no es un final, sino un principio. La creación de ese Estado judío servirá como medio a nuestros esfuerzos históricos de redimir el país en su totalidad. Traeremos al país cuantos judíos pueda contener; construiremos una economía judía sólida, organizaremos una fuerza de defensa sofisticada, un ejército de élite. No tengo ninguna duda de que nuestro ejército será uno de los mejores del mundo. Y también estoy seguro de que nada nos impedirá asentarnos en todo el resto del país, ya sea por medio del entendimiento mutuo y el acuerdo con nuestros vecinos árabes, o por cualquier otro medio”. Se está cumpliendo esta declaración programática.

Cuando en 1947, la ONU decidió la Partición de Palestina, que entonces estaba bajo Mandato británico, se otorgó a la minoría colona sionista más de la mitad de Palestina y sus tierras más fértiles, mientras la población nativa, que constituía las tres cuartas partes del total, debía conformarse con menos de la mitad de su propia tierra. El 14 de mayo de 1948 fue creado el Estado de Israel en el territorio adjudicado, y ante la situación creada, se inició una guerra de dos años entre sionistas y árabes, que finalizó con la victoria de Israel y la ampliación de su territorio. Ya se estaba viendo que Israel quería un solo Estado en todo el territorio.

Cuando se creó el Estado de Israel, muchos supervivientes del Holocausto se dirigieron allí como refugio. La brutalidad de la Shoah ha sido un antes y un después para el pueblo judío, pero ha servido, también, como victimización para justificar algunos excesos. Ya en aquel momento fueron expulsados setecientos cincuenta mil palestinos, y esa limpieza étnica es rememorada como la Nakba, o “catástrofe”, que prosigue su ampliación hoy pues, según la Agencia de la ONU para las personas refugiada, son más de 5,9 millones de personas las que están refugiadas en su propio territorio o en otros países de Oriente Próximo, como Siria, Líbano y Jordania, y constituye una cuarta parte de la población refugiada del mundo.

Poco a poco, el nacionalismo de resistencia palestino se fue organizando, sobre todo desde 1964, en torno a la Organización de Liberación de Palestina, que aglutinaba a formaciones laicas lideradas por Fatah. Tras algunos enfrentamientos de Israel y los países vecinos árabes, Israel se enfrentó, en la Guerra de los seis días de 1967, con Egipto, Siria, Jordania e Irak y ocupó Jerusalén Este, Gaza, Cisjordania, el sur del Líbano, los Altos del Golán sirio y el Sinaí egipcio. Esta victoria animó a los sionistas a ampliar territorio. La ONU estima que en el nuevo éxodo hubo otros cuatrocientos mil refugiados.

Tras aquella situación, la organización Hamás, una sección palestina de los Hermanos Musulmanes, fue tolerada y apoyada por Israel como contrapeso a la laica OLP, y a Fatah, de Yaser Arafat, que había sido reconocida en 1974 por los Estados árabes como legítimo representante del pueblo palestino.

En 1973, en la denominada guerra del Yom Kippur, Egipto y Siria lanzaron un ataque sorpresa contra Israel, pero Israel reaccionó de tal manera que Egipto e Israel firmaron un alto el fuego bilateral: mientras el Golán sigue ocupado, en virtud de los acuerdos de Camp David, en 1979, Israel abandonó el Sinaí, y admitió una cierta autonomía en Gaza y Cisjordania.

La ONU, en distintas resoluciones, había pedido a los estados árabes que normalizasen sus relaciones con Israel. En 1974 reconoció a la OLP, y los estados árabes la aceptaron como representante del pueblo palestino, pero Israel hizo caso omiso al Consejo de Seguridad.

En 1982, Israel invadió Líbano, con el objetivo oficial de “aniquilar la OLP”, que se había instalado en el sur. Cuando aquella incursión llegó hasta Beirut, 10.000 fedayines abandonaron la ciudad y llegaron a Túnez, donde Yaser Arafat estableció su cuartel general. Entonces el ejército apoyó a la Falange cristiana libanesa para entrar en campos de refugiados palestinos donde murieron más de 2.000 civiles, la mayor parte mujeres, ancianos y niños. Como consecuencia, algunos movimientos pacifistas israelíes reunieron a 100.000 personas con el lema: “¿Para qué matamos?” A Israel le preocupó el impacto internacional pero no la moralidad de la acción.

En 1986 los israelíes ya contaban con más de 120 colonias en Gaza y Cisjordania, y en 1987 la población se levantó en la primera intifada, a la que enseguida se incorporó la OLP, aunque en ese momento estaba en el exilio, y también Hamás se añadió. Samir lo consideró como una amenaza a la misma existencia del Estado de Israel y se puso en práctica la política de huesos rotos con una brutal represión.

En 1988, la OLP proclamó el Estado Palestino, aceptó las resoluciones de la ONU y reconoció al Estado de Israel, a la vez que renunciaba a la lucha armada, lo que implicó un gran avance en su reconocimiento internacional. Tras la intifada se conocieron en distintos medios de comunicación las atrocidades de Israel, y la ONU condenó las violaciones de los derechos humanos. En teoría, los acuerdos de Oslo, -1993-1995- llevarían a un Estado Palestino para los siguientes cinco años, tras una etapa de transición de autonomía palestina escalonada, pero Israel no cambiaba su objetivo, y aumentó la colonización israelí.

En 1992, cuando el gobierno se vengaba por el asesinato de un soldado israelí, deportaron al Líbano a 418 detenidos palestinos de Cisjordania, que fueron dejados a su suerte en el sur del Líbano, en una zona controlada por Hezbollah, lo que favoreció el fortalecimiento de Hamás con el grupo radical chiita.

La victoria de Hamás en las elecciones de 2006 tuvo como consecuencia el ser considerada enemiga. Y el 27 de diciembre de 2008, Israel lanzó la Operación Plomo Fundido contra la Franja de Gaza, que duró 22 días. La brutalidad de la operación ocasionó la muerte de más de 1.400 palestinos, la mayoría de ellos civiles. ¿Ha habido alguna similitud entre el número de israelíes muertos en la salvaje operación de Hamás, estas últimas fechas, en Israel? ¿Considera si los más de siete mil presos palestinos, incluidos mujeres y menores, son rehenes?

En septiembre de 2014, tras una devastadora operación militar de bombardeos masivos sobre la franja de Gaza en la operación Margen Protector ordenada por el gobierno sionista para “erradicar a Hamás”, que lanzó miles de cohetes hacia el sur de Israel, donde murieron algunos israelíes, quedaron arrasadas manzanas enteras y 1.460 civiles palestinos. ¿Ha seguido tomando alguna nota Hamás de estas cifras?

A día de hoy, a la espiral de violencia y horror de los atentados de Hamás, con 1.200 personas asesinadas, 240 rehenes, y en torno al centenar de soldados israelíes muertos, se suma el horror de los bombardeos, de un asedio despiadado, y una incursión en Gaza que está superando las 20.000 mil víctimas civiles asesinadas, la mayor parte menores… con el dolor añadido por los desplazamientos, sin agua ni electricidad, sin alimentos, sin combustible, con edificios derruidos, sin condiciones higiénicas y sanitarias para atender a los miles de personas heridas, con la mayoría de la población desplazada, afectada por enfermedades causadas por la insalubridad, y miles de menores que han perdido a toda su familia... El último punto del programa de Ariel Sharon, con un único estado, el de Israel, parece cumplirse.

Si el Estado de Israel, con una ideología laica, utiliza mitos de la tradición religiosa e histórica la Biblia, no reflexiona precisamente sobre Isaías 2,4: “Con sus espadas forjarán arados, y podaderas con sus lanzas; que ninguna nación se levante contra otra nación, y que jamás se preparen para la guerra”. Su nacionalismo chirría con la fe religiosa y le hace flaco favor al judaísmo como religión.

Desde hace muchos años se lleva generalizando que el principal obstáculo para la paz ha sido siempre el terrorismo palestino, Arafat, Hamás… pero los ataques de Israel parecen ser siempre acciones militares, y no terroristas. YitzhaK Epstein, israelí de la corriente humanista decía: “¿Callarán para siempre quienes han sido expulsados y aceptarán tranquilamente lo que les hemos hecho? De momento, el siguiente plan puede no ser un proceso de paz, sino el memoricidio de las sucesivas Nabkas. No es precisamente un mensaje de esperanza, pero es lo que uno, con sus limitaciones, puede entrever.

Escritor