SEGURAMENTE el 7 de enero diré otra cosa, más en clave de saturación y/o hartazgo, pero ahora mismo reconozco que este año me ha invadido cierto espíritu navideño. Quizás sea porque no nos pasa como en Cádiz, donde la música en la calle estaba tan alta que ha obligado a su ayuntamiento a bajar el volumen ante la queja de vecinos y vecinas. Nos hemos ganado el derecho a pasear con tranquilidad (si el tiempo nos deja) y disfrutar de las luces y escaparates. Otra cosa será después de comidas, cenas, encuentros y desencuentros durante más de un mes. Si llego a controlar el Grinch que llevo dentro me daré por satisfecha.