Resucitar el concurso Un, dos, tres para llenarlo de streamers, influencers y tiktokers con millones de seguidores por cabeza, que entre todos sumaban más que la población de España, no ha servido absolutamente para nada, como es habitual en estos casos. El directo de Twitch se tuvo que conformar con apenas 80.000 personas y el vídeo posterior alcanzó mágicamente, de madrugada, la cifra de 1,2 millones de visualizaciones, que ya es mucho para un programa que arrancó a las siete de la tarde de un jueves y se alargó durante cinco horas entre fallos, mucho caos y el increíble desconocimiento de la mecánica de su presentador, TheGrefg, que se plantó allí como si fuera Broncano ante uno de sus entrevistados: sin haberse preparado nada. Ni siquiera que en la tanda de preguntas tenía que dar una respuesta de ejemplo. En fin.

Al contrario que Ibai y Ramontxu, que se dieron cuenta de que el Grand Prix no era posible en Twitch y cancelaron el proyecto, que finalmente volvió este verano a TVE, el hijo de Chicho Ibáñez Serrador continuó con su huida hacia adelante en la red social limitándolo a una entrega al no llegar a ningún acuerdo con ninguna cadena ni plataforma de televisión.

De esta forma, un montón de gente que quería ver este nuevo Un, dos, tres no sabía cómo hacerlo, mientras los millones de seguidores en redes de quienes concursaban, presentaban o azafateaban demostraron no tener el más absoluto interés por ver a ninguno de sus ídolos jugar desde internet a hacer televisión.

Decorado

La actualización del decorado fue de lo poco decente de este nuevo Un, dos, tres que no tuvo ni cabecera y que resucitaron con complejo de La ruleta de la suerte con una banda verbenera y un público alborotador del que pronto salieron huyendo Míriam Díaz Aroca y Mayra Gómez Kemp, si es que llegó a sentarse porque solo la vimos al entrar. 

La ronda de preguntas fue un caos, la eliminatoria resultó repetitiva y se estiró hasta el absurdo (parecían las pruebas infantiles de Cajón desastre), y la subasta, el plato fuerte del programa, acabó con la leyenda de programa familiar poniendo a la gente a palpar una polla de plástico mientras Juan Dávila hacía chistes casposos sobre si una chica había tocado ya muchas. 

Cinco horas después (a base de cosas tan apasionantes como hacer torres de Nocilla y apilar cajas de Lidl) aquello acabó como empezó, con la moto en la que llegó el presentador entregada como premio, ante la ausencia de coches y apartamentos, después de que el streamer-concursante afeara un viaje a las Maldivas por baratillo. Se ponía fin así a un programa-secuestro donde, será por el síndrome de Estocolmo, pero The Grefg, pese a lo perdido que estaba, demostró que el Un, dos, tres sigue vivo y que, afinando el ritmo y mejorando las pruebas, podría volver a la tele con él como presentador sin que parezca ya una inocentada.