Una ausencia muy elocuente

Este viernes amanecíamos con un nuevo ataque, en menos de 24 horas, a la memoria de Fernando Buesa. El jueves el monolito que les recuerda a él y a Jorge Díez aparecía con la placa pintada de negro y ayer la(s) mente(s) detrás de un acto tan vil se ‘superaban’ (entiéndaseme el sarcasmo, por favor) con un infame ataque a su tumba. ¿Hay algo más indigno? Infame también la negativa de EH Bildu, una más, de condenar esos ataques. La portavoz jeltzale en Gasteiz, Beatriz Artolazabal, lamentaba: “Algunos tienen un largo camino por recorrer. En política hay que hablar con claridad. No sirve esconderse en el lenguaje”.

Problemas de lenguaje

Y eso es precisamente lo que hace EH Bildu: esconderse en el lenguaje. De nada sirve que su portavoz en Gasteiz, Rocío Vitero, tuitee “su más rotundo rechazo” al ataque al monolito si después se niegan a sumarse a la declaración institucional de condena. Ese término es clave, “condena”, por mucho que Arnaldo Otegi insista en que “el respeto a todas las víctimas y a su memoria es una condición básica para la construcción de la convivencia”. Qué casualidad que sólo esgrimen el argumento cuando hay ruido por un ataque a una víctima de ETA, como si esa condena implicara hacer de menos a otras víctimas. Ese discurso ya huele a naftalina.

Víctimas de segunda

Y alucino también con la utilización intencionada de los tiempos y las palabras del parlamentario de EH Bildu Julen Arzuaga, que escogía, precisamente, la mañana de ayer para afirmar desde la tribuna del Parlamento Vasco: “No soy equidistante, porque me preocupo más por unas víctimas porque son las más abandonadas, por las que parece que cuesta incluso realizar una declaración institucional. Víctimas que no tienen presos a los que poder dirigirse [...] A veces es preciso ser la voz de las víctimas sin voz”. Y sin despeinarse. A veces me pregunto si piensan que el resto somos gilipollas.

Socialización del dolor

Una clave de todo esto es lo que escribía en Twitter Pello Salaburu: “EH Bildu nunca condena asesinatos cometidos por bandas de asesinos. Prefiere rechazar muertes inducidas por el conflicto. Una sociedad en la que algunos han sufrido tanto es sustituida por una sociedad en la que todos hemos sufrido. Falta H. Arendt para levantar testimonio”. Un intento más o menos sutil de socializar el dolor con el que las responsabilidades se camuflan y las culpas se pueden llegar a diluir. No se cometieron asesinatos, “hubo un conflicto”. Una vez más, la importancia del lenguaje.

Templanza

Ante un acto tan vil, me llama poderosamente la atención la generosidad y templanza de los familiares de las víctimas. Sara Buesa, la hija del padre cuya memoria ha sido atacada, reconoce: “Este nuevo ataque a la tumba me ha golpeado muy adentro. Respiro mi dolor y me repito: que el hielo no penetre en mi corazón, que nunca deje de sentir ni pierda la sensibilidad ante el dolor ajeno. Seguiré cultivando semillas de amor y compasión frente al odio y la barbarie”. Esa sensibilidad ante el dolor ajeno es lo que nos hace no mejores, sino humanos. Y aunque me sigue hirviendo la sangre por la injusticia, no dejo de pensar en las palabras de Sara.