ESCAPARATE en el sentido de haberse convertido en exposición pública de una realidad que llega hasta la trastienda. La causa saharaui no ha dejado de ser el escaparate internacional desde que el rey Juan Carlos escenificara una bochornosa dejación como representante de la metrópoli colonial dejando la puerta abierta a Marruecos para hacer lo que le ha venido en gana con los saharauis y su territorio. Los saharauis son un pueblo pequeño al que han secuestrado su derecho legal y legítimo a decidir su propio destino, y que sufre la violencia del régimen marroquí, el robo de sus materias primas y una ofensiva de asimilación a base de incentivar asentamientos marroquíes en el Sahara Occidental con vistas a ganar el referéndum sobre la independencia, si es que se celebra algún día, que va a ser que no.
Se cumplen ahora 33 años –el 29 de junio de 1990–, desde que el secretario general de la ONU hizo público el Plan para el Referéndum en el Sahara en el que se contemplaba el alto el fuego y el referéndum de autodeterminación. Hasta la proclamación de los resultados, la ONU sería la responsable de la administración del territorio saharaui.
Desde entonces, las reclamaciones saharauis se basan en que la ONU considera ilegales los Acuerdos de Madrid firmados por Juan Carlos I por los que Marruecos y Mauritania se repartieron la excolonia española. Ya entonces, el principal órgano judicial de Naciones Unidas dictaminó que no existía ningún vínculo de soberanía sobre el Sahara, aparte de los saharauis; y de paso, ratificaba el plan de la ONU sobre el derecho del pueblo saharaui a la autodeterminación.
La situación ilegal de raíz sigue sin resolverse, a pesar de que Mauritania abandonó la parte sur del territorio después de las continuas derrotas ante el Frente Polisario, salvo una parte para resguardar a su capital comercial. En todo este tiempo, ninguno de los gobiernos españoles ha asumido el papel de “potencia descolonizadora” que les otorgaba la legalidad internacional sobre la antigua colonia. Al contrario, han privilegiado las relaciones comerciales con Marruecos –mucho dinero– y el papel alauita en la contención de la inmigración.
Mientras tanto, Marruecos ha levantado muros a lo largo de casi 3.000 kilómetros en los territorios ocupados ilegalmente. La puntilla, como casi siempre, viene desde fuera. El cambio de España operado por Pedro Sánchez, contrario a los acuerdos de la ONU para un referéndum en el Sahara, lo justifica el presidente porque la propuesta marroquí de incluir la cesión de algunas pocas competencias a los saharauis en el marco de un Estado marroquí centralista y militarizado (plan rechazado por la ONU), es “la base más seria, realista y creíble para la resolución del contencioso”. Por su parte, los líderes del Frente Polisario saharaui refugiados en Argelia, han calificado la decisión de España como “doble traición”.
Lo cierto es que Estados Unidos fue la primera gran potencia en desestimar la legislación internacional y avalar a Marruecos como contrapartida por la normalización de relaciones entre el reino alauita e Israel (maniobras conjuntas recientes en el Sahara). Poco después, Francia y Alemania se decantan también a favor del plan autonomista marroquí del Sahara.
Incluso tuvo el visto bueno de la Unión Europea. Por tanto, el giro de Sánchez para recomponer las relaciones con Rabat ha sido impulsado por quienes mandan de verdad, alejándose incluso de la postura clásica de la izquierda. Y siguen generando movimientos de presión internacionales para que otros países le sigan la senda que España acaba de sumarse para beneficio de Marruecos.
Un vecino este al que demasiados países necesitan estratégicamente, incluido España, que ahora vende la cooperación en materia de inmigración y seguridad en el contexto complejo, multilateral. Recuerdo la visita de la subsecretaria de Estado estadounidense a Madrid, Rabat y Argel… una semana antes de la carta de Sánchez cambiando de postura; y los argelinos no pasaron de la protesta diplomática. Todo este escaparate ya de por sí lamentable, esconde la realidad trágica diaria del pueblo saharaui.
A veces parece fácil un cambio de tendencia en Occidente al margen de la legislación internacional. Hasta la OTAN ha manifestado la conveniencia de rebajar tensiones regionales ante una posible crisis mayor… con Ucrania al fondo. El resto es trastienda.
Analista