¿QUÉ sentido debemos dar al hecho de que dos formaciones políticas que gobiernan “coaligadamente” voten enfrentadas a una Ley de nombre tan contundente e indiscutible como Solo sí es sí? ¿Y qué puede haber influido en ello el hecho de que tal desavenencia se produzca precisamente en día tan señalado como el Día Internacional de la Mujer? Probablemente todo hubiera sido algo diferente si hubiera tenido lugar en otra fecha, en un tiempo en que no fuera imprescindible la contundencia para expresar una idea tan fundamental, pero el 8 de Marzo es, desde hace algún tiempo, un día fundamental en nuestra sociedad y en nuestras vidas, una fecha en la que poco a poco hemos venido construyendo una sociedad más justa e inclusiva, acercando criterios para derrotar a aquella visión anacrónica e injusta que ha mantenido a la mujer en franca inferioridad con el hombre. De pronto, han surgido las desavenencias y las disputas, curiosamente cuando el Gobierno español, por ser de coalición, debería haber puesto un mayor interés y énfasis en que las diferencias no pasaran de ser disquisiciones teóricas. Pero no, el voto enfrentado de la coalición PSOE-UPodemos solo expresa la endeblez y debilidad de una de las partes de dicho Gobierno, –UPodemos–, desde el comienzo, que ha puesto más interés en su egoísta consolidación que en la construcción de una sociedad más justa.

¿Solo sí es sí?

No bastó con mostrar el desacuerdo de fondo porque, más aún, la puesta en escena resultó digna de estudio y análisis. Hubo demasiadas frases impropias de un Gobierno de coalición. (Coalición: Unión de varias potencias o individuos contra otros, confederación, liga, unión, haz, frente, bloque…). De este modo se define el término en los Diccionarios. Sin embargo, las noticias han sido redactadas en los medios de comunicación e información de muy diferentes modos, dando a entender sobre todo lo más evidente: se ha producido una ruptura, quizás sólo temporal pero muy evidente, entre las dos partes del Gobierno de coalición. Y bien, da pie a pensar que los gobiernos de coalición tienen que ver, principalmente, con las incertidumbres que agobian a los líderes, recién cumplidas las elecciones. Si no hay mayorías absolutas, se buscan las mayorías de conveniencia, que suelen resultar inseguras y de pura oportunidad en manos de partidos, formaciones o líderes poco ideologizados.

Es una pena que este pasaje se produzca, precisamente, en un 8 de Marzo, porque ha profundizado una herida que, hoy por hoy, no existe realmente. Nadie puede afirmar categóricamente que lo que se llamó liberación de la mujer, –anteriormente, incluso completado el término con “mujer trabajadora”–, no sea ya un proceso irreversible que ha derrotado las conciencias de los más intransigentes, pero de vez en cuando tampoco faltan quienes esbozan y muestran posiciones drásticas intransigentes y, por ello, inútiles e inservibles. La sociedad que queremos construir no admite muestras de exclusividad que conviertan la convivencia entre gentes de diferente género en contiendas sin sentido. Y bien, en la sociedad nos habíamos dado un día para subrayar la identidad humana común entre hombres y mujeres, pero el exceso de amor propio nos ha vuelto a hacer retroceder.

Todo lo concerniente al 8 de Marzo aparece en los periódicos del día ensombrecido por una disputa que ha dividido en dos lo que realmente es “uno”: un Gobierno… Y lejos de mostrar ante los ciudadanos un talante, aunque riguroso constructivo, las fotos están llenas de rostros enfrentados, bajo los cuales rezan unos titulares que muestran fiereza, divergencias y tozudez, donde deberían primar las sonrisas. Una de las fotos más reveladoras del desaguisado al que hago alusión, muestra a las ministras Belarra y Montero en el hemiciclo, solas ambas, abandonadas por el resto de compañeros/as del Gobierno, hablando entre ellas. Sus rostros muy serios, circunspectos, nadie en ninguno de los lados. Se miran entre ellas y, quizás, hablan entre sí. Supongo que hablan del problema que les ha estallado en las manos. No de modo casual, porque han sido ellas y los miembros de su propia formación quienes han provocado casi todo el desaguisado. Pero la foto contiene un detalle que la define en buena medida, y delata a las protagonistas. La señora Ministra Montero se cubre la boca con la mano derecha flácida y abierta, para que nadie sepa realmente qué está diciendo a su compañera Ione Belarra. ¿Estaría contando algún secreto o describiendo los datos de su estrategia, siquiera dialéctica?

En todo caso, quienes pensaron (o pensamos) que el gobierno de coalición obedecía al rigor y a una estrategia constructiva y muy útil para los ciudadanos, estamos viendo que también obedeció a la mera conveniencia, principalmente de quienes no portaban en su ideario otra consigna que la conquista del poder. El Congreso de los Diputados, que es el Parlamento más importante en España, se quebró en dos posiciones ideológicas y programáticas, pero mostró ante los españoles que no es oro todo lo que reluce, que en un Parlamento tan dividido y lleno de grupos y subgrupos como el español, hay demasiados intereses ocultos que responden a intereses tan mal intencionados como espurios. Resulta curioso que en este asunto, después de contar con datos sobre su funcionamiento claramente difícil y poco útil, no haya habido posibilidad de acuerdo. El PSOE debe reflexionar tanto como los demás, principalmente para que no vuelva a producirse un desaguisado como este.

La ministra Yolanda Díaz ha dicho: “Nunca debimos llegar hasta aquí”. Irene Montero dijo que permanecía allí “acompañando a las feministas del Congreso”, como si las que no votaron los mismo que ellas no fueran feministas. Sin embargo, la más fiable de su formación, Yolanda Díaz, fue categórica al afirmar que “nunca debimos llegar hasta aquí”. Eso sí, tal como nos tiene acostumbrados, no se extendió más y no dijo nada sobre si deberían abandonar el Gobierno o seguir chupando de la piragua.

Yo me atrevo a aventurar que no abandonarán el Gobierno por este contratiempo. “Ni con agua hirviendo”, que dice el dicho popular.