EL pasado 12 de julio se cumplieron 2 años de la celebración de las últimas elecciones al Parlamento Vasco. Si bien la fecha inicialmente prevista era el 5 de abril de 2020, la pandemia forzó su aplazamiento hasta que, finalmente, tras algunos regates legales, estas fueron celebradas el segundo domingo de aquel mes de julio.
Independientemente de lo que pase en su segunda mitad, esta legislatura pasará a la historia por la superposición de la crisis del covid-19, todavía no superada en su totalidad, y la derivada de la invasión rusa de Ucrania, con un futuro muy incierto y cuyas afecciones más dramáticas en el plano económico y energético se anuncia que todavía están por llegar.
En el ecuador de este complejo mandato autonómico puede afirmarse que el gobierno de coalición que sustenta al lehendakari Urkullu ha funcionado de una forma razonablemente coordinada y positiva. Así mismo, dejando de lado algunos pronunciamientos del recientemente nombrado Secretario General del Partido Socialista de Euskadi, Eneko Andueza, la comunicación y entendimiento entre los dos partidos a nivel autonómico parece que ha sido adecuada, sin mayores sobresaltos dignos de mención. Es esta una percepción que se extiende, además, al resto de las grandes instituciones en las que estos partidos gobiernan en coalición: Diputaciones forales y un gran número de ayuntamientos de Euskadi.
Considerando el escenario anterior de buena salud y entendimiento de la coalición todo apuntaría a su reedición tras las próximas citas electorales forales y municipales y, en su caso, las posteriores autonómicas. Con todo, a la hora de hacer este análisis no podemos obviar la realidad política a nivel del Estado, con un Pedro Sánchez que, para mantener la Presidencia del Gobierno, se sostiene gracias al apoyo no sólo de su socio de coalición, Unidas Podemos, sino de un buen abanico de partidos entre los que se encuentra, sí, el PNV, pero también su gran contrincante político en el País Vasco, Euskal Herria Bildu.
El debate sobre el Estado de la Nación celebrado la semana pasada en el Congreso de los Diputados mostró de forma evidente que las relaciones entre el PNV y el presidente Sánchez no pasan, ni muchísimo menos, por su mejor momento. Los lamentos del portavoz jeltzale, Aitor Esteban, en relación con el incumplimiento de los compromisos adquiridos por parte socialista en el pacto de investidura que facilitó a Sánchez el acceso a la Moncloa no tuvieron una respuesta clarificadora por parte del presidente. Este se limitó a escudarse en dificultades técnicas de cara a no proceder a la trasferencia a Euskadi de materias que, como la Meteorología, cuesta entender que no puedan realizarse cuando se han cerrado de forma reciente traspasos de competencias mucho más sensibles, como Prisiones o el Ingreso Mínimo Vital (IMV). Tal es el descontento de los jeltzales que el portavoz del PNV concluyó su discurso con una advertencia que no debería ser ignorada: si el presidente Sánchez pretende contar con el apoyo del PNV de cara a la próxima legislatura, la situación actual debe de ser reconducida.
Como político, Pedro Sánchez ha demostrado a lo largo de toda su carrera una capacidad de resistencia de la que él mismo presume. Ha soportado situaciones extremadamente complicadas dentro y fuera de su propio partido y ha sabido sobreponerse a las mismas, lo que no puede ser pasado por alto a la hora de juzgar su instinto de supervivencia. Esa resiliencia ha venido propiciada, en buena medida, por unas altas dosis de improvisación, como las demostradas en su discurso del Debate sobre el Estado de la Nación de la pasada semana, en el que anunció de forma inopinada, para zozobra de los mercados, unas medidas económicas y fiscales de importante calado. El presidente Sánchez ha querido con ello volver al centro del cuadrilátero político desde el rincón en el que se tambaleaba, seminoqueado, tras los últimos fiascos electorales acumulados y el salto al ring estatal del pausado púgil gallego Alberto Núñez Feijóo. Pero esa improvisación de Sánchez choca frontalmente con una cierta previsibilidad y el cumplimiento de lo acordado, elementos esenciales para que el PNV pueda prorrogar su confianza en el presidente del Gobierno.
Cabría preguntarse, volviendo a la política vasca en este ecuador de legislatura, si ese distanciamiento en Madrid entre el PNV y el PSOE podría tener reverberaciones a nivel doméstico. En este sentido, es digno de mención que el Partido Socialista ha demostrado en Madrid una importante sintonía con EH Bildu no ya solo en temas económicos o sociales, sino también en otros que, como la reciente Ley de la Memoria Histórica, levantaban importantes ampollas entre no pocos de sus militantes históricos. Este elemento proyecta la idea de que EH Bildu ha sido aceptado por las actuales élites del Partido Socialista como un actor político más, dándose en general por superado su original apoyo a la lucha armada de ETA, paso previo para poder llegar a acuerdos de mayor calado, como posibles gobiernos de coalición en las principales instituciones vascas.
Salvado así el escollo de su pasado vinculado a ETA, llegado el momento se trataría no tanto de una cuestión de esencia –más bien al contrario, pues ambos partidos se mueven en el espectro ideológico de la izquierda–, sino de aritmética, de que puedan llegar –probablemente con Podemos como compañero de viaje– a una mayoría suficiente como para poder materializar dicha posibilidad. Y, además, de saber si el Partido Socialista daría el paso de formar gobierno bajo un lehendakari de la Izquierda Abertzale pues, aunque nada es descartable, la diferencia representativa entre ambos es tan abultada –en la actualidad 21 parlamentarios de EH Bildu por 10 del PSE– que parecería impensable que los socialistas pudieran aspirar a ocupar la Lehendakaritza en un gobierno compartido con la Izquierda Abertzale. Esta idea se alinea en buena medida con los mensajes enviados por Arkaitz Rodríguez, secretario general de Sortu, durante la celebración de la V Conferencia Nacional de su partido, en la que hacía una apuesta inequívoca por “gobernar el mayor número de instituciones” desde frentes soberanistas y de izquierda.
En un escenario como el anteriormente descrito cobraría, a su vez, una relevancia singular la representación y actitud del resto de partidos parlamentarios. Nos detendremos fundamentalmente en el Partido Popular que, si los números lo permitieran, muy probablemente apoyaría cualquier opción que pudiera evitar un lehendakari de la Izquierda Abertzale. A buen seguro ésta no sería la solución deseada por los jeltzales, pero de esta manera el PNV podría hacer de la necesidad virtud y continuar en Ajuria Enea incluso con un bloque de izquierda EH Bildu-PSE-Podemos opuesto en el Parlamento de Gasteiz. Y es aquí donde cobra especial relevancia la centralidad en la política vasca en la que se ubican los de Ortuzar, con capacidad de interlocución y pacto a izquierda y derecha, como ha quedado sobradamente demostrado en no pocas ocasiones a lo largo de su historia, en las que ha dirigido distintas instituciones conjugando pactos con diferentes partidos incluso de forma paralela.
En fin, como dijo el físico y Premio Nobel danés Niels Bohr “hacer predicciones es muy difícil, sobre todo si estas son sobre el futuro”. Está por ver si el presidente Sánchez presenta ánimo de enmienda y atiende los requerimientos de cumplimiento presentados en el Debate sobre el Estado de la Nación por Aitor Esteban. Además, queda todavía en Euskadi media legislatura por delante, que se prevé especialmente complicada en lo económico y social. Como paradas intermedias el tren electoral se detendrá el próximo mayo a nivel foral y municipal –y autonómico, en determinadas Comunidades– y, previsiblemente en algún momento del otoño de 2023, de cara a la celebración de elecciones generales en el Estado. Los resultados de estas citas serán fundamentales para poder percibir si el panorama institucional en Euskadi seguirá girando en torno a la alianza PNV-PSE o si, por el contrario, se abre una época de potencial geometría variable, en la que no son de descartar pactos y apoyos hasta ahora no contemplados y, hasta hace no tanto, difíciles de presenciar. l
* Profesor de la UPV/EHU y Visiting Fellow en el Clare Hall College de la Universidad de Cambridge