ARECE innegable que en los últimos años se ha dado una aceleración normativa en el fútbol estatal, liderada por los dos grandes gestores de las distintas competiciones, Liga de Fútbol Profesional y Real Federación Española de Fútbol. La inclusión del VAR, con su consecuente coste arbitral, la creación o modificación del formato en las distintas categorías competitivas o las modificaciones reglamentarias aprobadas hacen en mi opinión ininteligible e incoherente la aplicación del reglamento, además de otras consideraciones que en esta ocasión no voy a enunciar.

Hasta hace muy poco, las competiciones deportivas se distinguían claramente: el fútbol profesional integrado en la Liga de Futbol Profesional, y el fútbol semiprofesional y aficionado, dentro de la Real Federación Española de Fútbol. En el primer caso se han encuadrado históricamente los cuatro equipos representativos de nuestros herrialdes, a los que hay que añadir en los últimos años a la Sociedad Deportiva Eibar. Es evidente que la tendencia en este grupo, de la mano de las televisiones, ha supuesto un salto, impresionante diría yo, en la profesionalización del fútbol, además de un incremento presupuestario cuyas primeras consecuencias son unos costes salariales vergonzantes y privilegiados por lo insultantes que suponen en relación a la situación socioeconómica del resto de la sociedad; ha supuesto también la pérdida de la capacidad de gestión de su propio club por parte de los socios y por la mismísimas juntas directivas.

Resulta patético quejarse, por ejemplo, de los horarios de los partidos, cuando quien te genera el 70 o 75% de tus ingresos te los impone. Existen más consecuencias derivadas de esta superprofesionalización, pero me gustaría destacar dos: ha supuesto, excepto en un ilustre caso, la mercantilización de los clubes, ya que ahora los socios se dividen en empresarios rectores, con sus propios intereses, a veces en contradicción con los deportivos, y los abonados; ha supuesto también una extraordinaria limitación a la incorporación a ese selecto grupo de clubes que ya han pertenecido a categorías deportivas de alto nivel en el pasado, como el Barakaldo C.F., Sestao C.F., Real Unión de Irun, o los equipos filiales o, en el inicio de los tiempos, el Arenas Club de Fútbol. Mención aparte me merece la S.D. Amorebieta, luchando con un proyecto autónomo por la permanencia en esa élite que no hace sino poner en evidencia las dificultades para permanecer en ella.

Siendo en mi opinión muy preocupante la evolución del futbol vasco profesional, me resultan francamente perturbadoras las consecuencias que dicha evolución tiene o va a tener en el fútbol semiprofesional y aficionado (incluyendo al escolar) que, no olvidemos, es el que mayoritariamente se practica en Euskal Herria. Desde que se constituyó la 2ªB, los clubes vascos inscritos en dicha categoría estaban constituidos (básicamente) por jugadores jóvenes con el sueño de dar el salto y por jugadores ya establecidos, junto a otros que iban cerrando sus carreras deportivas pero conservaban el suficiente nivel para jugar en esta categoría. El lazo de unión de estos tres grupos era su semiprofesionalización; es decir, estudiaban o trabajaban, y por las tardes se entrenaban con sus equipos. Con este formato, los conjuntos vascos han competido más que dignamente en esta categoría de ámbito estatal ante equipos con mayor potencial económico, que ya estaban formados por jugadores profesionales. En los últimos años, los clubes vascos, incluso antes de la creación de la 1ª RFEF, han copiado este esquema: a base de entrenar por las mañanas, han limitado su mercado de fichajes y han incorporado a jugadores de otros lares, renunciando a los vascos, fueran trabajadores o estudiantes.

Me parece que esta evolución impulsada por clubes pertenecientes a capitales de provincia, con proyectos económicos inseguros y en categorías deportivas bajas (Depor, Racing, Albacete, Leonesa, Burgos...), se está contagiando en el fútbol vasco, lo que nos lleva a preguntarnos si nos conviene montarnos en esta ola o establecer un proyecto autónomo diferente. Debemos plantearnos entre otras cuestiones si es asumible que jugadores de esta categoría, finalizada su carrera, no dispongan de estudios o profesión alguna para encauzar su vida, o si esos mismos clubes que trabajan sus respectivas canteras se dan cuenta de que futbolistas en edad de formación no van a poder apostar por una carrera deportiva, dado el riesgo que ello supone. Puesto que no todos llegan, ¿se da cuenta el fútbol profesional vasco de la limitación que esto supone a la cantera?, ¿nos conviene este modelo?

Un dato fundamental para entender el recorrido del fútbol actual lo constituyen las condiciones que la Federación Española ha impuesto para acceder a la 1ª RFEF. Los importes presupuestarios mínimos y las condiciones estructurales necesarias van a hacer imposible el acceso a muchos clubes vascos que juegan en instalaciones municipales. Porque, ¿cuántos van a poder acceder a financiación ajena convirtiéndose en empresas, como estamos viendo en un solo caso en Bizkaia? ¿Y cuántos van a tener un mecenas que garantice una financiación, no se sabe por cuánto tiempo, como está ocurriendo también en un solo caso en Gipuzkoa? Además, los clubes que ya están en esa categoría han aprobado que en caso de que quien se gane el ascenso en el campo de fútbol pero que no reúna esas condiciones exageradas, no ascienda, por lo que no habrá tampoco descensos. Juego cerrado.

Hace años que el futbol profesional camina en una carrera desenfrenada por derroteros económicos ajenos al resto de la sociedad, viviendo en una burbuja y el permanente riesgo de que estalle. ¿Será con la liga europea de Florentino Pérez? ¿Qatar, Arabia Saudí...? ¿Qué será lo siguiente? Lo que me parece evidente es que dicha carrera es contraria al futbol vasco tradicional, a la práctica del fútbol como deporte en edades escolares y formativas, y a largo plazo contraria al futbol profesional. Pero da la sensación de que sus gestores no se enteran, no se dan por enterados. * Expresidente S.D. Gernika Club