L hijo de Periko Alonso le “comió la tostada” al de Manolo Sarabia. Hay que tener una edad, o tres, para entender el enunciado. El hijo de Periko Alonso, Xabi, exjugador de la Real, del Madrid, y campeón del mundo con la roja, entrena ahora al filial de los txuri-urdin . Eder, el hijo de Manolo Sarabia, que llevaba San Mamés del éxtasis a la rabia, como buen genio, es el primer técnico del FC Andorra, propiedad del capitán del FC Barcelona, Gerard Piqué, y fue adjunto de Quique Setién en el club de la ciudad Condal.

El choque se produjo en Extremadura, lejos de Anoeta y del recinto de Encamp, a menos de doscientos metros de casa, donde los andorranos reciben a sus visitantes a lo largo de la temporada regular, si el césped no está helado y convertido en pista de patinaje.

Otra coincidencia, menos conocida, es la edad de los técnicos: Eder cumplió los cuarenta el pasado enero y Xabi llegará al mismo hito en diciembre. O sea, Sarabia sería de los grandes de su clase, y Xabi de los pequeños.

En el partido decisivo, los del Principado cayeron en la prórroga y sufrieron dos expulsiones, una de ellas más que merecida si, como constó en acta, el pupilo de Eder le “mentó la madre” al colegiado.

Y aunque no soy nada amigo de hablar de mí mismo, no puedo dejar de añorar los tiempos en que, al frente de la revista Euzkadi, alternaba los fines de semana que me quedaba en el Botxo con los que iba a San Sebastián, con la familia, de manera que coincidiesen con los partidos respectivos, de Atheltic y Real como anfitriones.

En San Mamés me situaron en un palco donde también se encontraba el ya mayor Piru Gainza. Nunca aprendí tanto de fútbol, del que no acostumbramos a ver los que no somos técnicos, que en aquellos fines de semana al lado del que fuera extremo mítico.

Si, ya sé. Puede que a nadie le importen estas batallitas del abuelo que podría ser ya, por edad. “Triste prvilegio de la edad”, solía decir el ilustre amigo Javier de Aramburu, referente perdido como los Leizaola, Oteiza, Ajuriaguerra, Txillida, Xabier...

Añoranza de los que nunca volverán y de uso paisajes que han cambiado bastante, con la ría y el aire limpios, con el nuevo Kursaal y el Guggenheim que todavía no he conseguido ver y espero visitar algún día, como Ajuria Enea, si puede ser con saludo incluido al lehendakari, que conocí de gaztetxo.

Será recordar a los Xey -¿y quiénes eran esos?, se preguntarán los jóvenes- cuando cantaban aquello de “Bilbao, cómo has cambiao”, con Txiki Lahuerta, a cuya viuda compré el piso de Amara donde viví años, a tiro de piedra del estadio que todavía tenía como principales actividades el atletismo y el rugby, con el Chufo Bueno, Epalza y otros internacionales liderando el Atlético de San Sebastián.

Si no he aburrido con estas líneas, si algún veterano ha compartido nostalgias, me daré por más que satisfecho. Euskadi fue para mí la segunda patria, en el tiempo, por casi cinco lustros. Porque siempre he pensado, para rematar esta tabarra, que es un mito eso de los “ciudadanos del mundo”, que no son de ninguna parte. Que lo bueno es embeberse de cada país, paisaje y paisanaje donde cada uno y cada una ha echado raíces, relativamente duraderas, aunque fueran temporales.

* Periodista