UESTROS padres, o nuestros abuelos según sea nuestra edad, vivieron la mayor tragedia del siglo XX: la Guerra Civil. En Europa y en el mundo entero la Segunda Guerra Mundial, el Holocausto o el Gulag fueron otras hecatombes que marcaron a nuestros antecesores en mayor o menor medida. A nosotros nos ha tocado la pandemia. No se equivoquen ni menosprecien la comparación -ya lo vengo advirtiendo en artículos anteriores-, el trauma generado por esta tragedia que nos está tocando sufrir adquirirá una dimensión, tanto cualitativa como cuantitativa, sin precedentes.

A aquellas desgracias del siglo XX le siguieron largos periodos de silencio. En el caso español es evidente, a la guerra le siguió una dictadura de cuarenta años en donde se impuso el silencio bajo la atenta vigilancia de una represión muy dañina, y no solo eso, aún tardarían varias décadas de la posterior democracia para que empezáramos a elaborar el trauma que vivieron nuestros mayores y que lo heredamos, todavía seguimos en ello. También al Holocausto le siguieron más de tres décadas de silencio. Aunque de manera inmediata a la posguerra se escribieron varios centenares de libros, no tuvieron ninguna repercusión, el tema no interesaba. Quien llevara a cabo la investigación más exhaustiva de la maquinaria de la destrucción nazi, Raul Hilberg, cuenta en sus memorias que cuando propuso a su director de tesis abordar el tema del exterminio, este, sabiendo que era un asunto que el mundo académico y el público habían convenido evitar, aceptó dirigirlo pero le advirtió: "Será tu funeral". Hilberg recuerda su soledad en la investigación ya que en aquella época se recomendaba a los sobrevivientes martirizados que olvidaran. De hecho los juicios de Nuremberg se llevaron a cabo para que Alemania se pudiera refundar haciendo borrón y cuenta nueva en el contexto de la OTAN y el comunismo. Finalmente logró elaborar la obra más precisa e influyente jamás escrita sobre el genocidio nazi: la destrucción de los judíos europeos. Y el mundo acabó purgando su trauma en forma de memoria, en el Estado y en Euskadi más concretamente seguimos trabajando esa parte del pasado a través de las secuelas del presente.

Probablemente a esta pandemia le seguirá un periodo de silencio en que se intentará olvidar lo vivido, pero como aquellas catástrofes del siglo pasado, tras esta tragedia la memoria pedirá paso, y lo hará en forma de trauma, porque como advirtiera el fundador del psicoanálisis hace más de cien años, lo reprimido, tras un periodo de latencia, retorna. Entonces tendremos un gran trabajo por delante, porque fíjense ustedes todo lo que estamos reprimiendo: pérdidas de seres queridos, muertes sin el debido y necesario duelo, soledad, angustia€

Les planteo una hipótesis de cómo se recordará a esta sociedad en la futura memoria de la pandemia. Lo siento, lamento ser incómodo pero es mi campo de investigación y me veo obligado a hacer pedagogía. Piensen en un barco que se está hundiendo. En él hay tres grupos de personas: los protagonistas, los prescindibles y los imprescindibles. Estos últimos, mayores, jóvenes, enfermos, sanos, fuertes€ son los que en la medida de sus facultades y posibilidades achican el agua con cubos. Los primeros, los protagonistas, no me sorprenden, son los de siempre, egocéntricos adanistas en busca de foco que además de no hacer nada y molestar, arengan para ser escuchados y, sin absoluto conocimiento de navegación ponen en sospecha al experto piloto. El grupo que más me preocupa es el de los prescindibles porque, por miedo, ignorancia, incertidumbre o persuadidos por las falsas teorías de los citados protagonistas, en este hundimiento, están actuando como lastre. Hay que convencer -no vencer- a este grupo para que se conviertan en imprescindibles, en él hay mucha gente voluntariosa de buena fe, tenemos que recuperarlos. Donde escribo barco pongan inmunidad, donde digo cubo pongan vacuna. Y algo que no he dicho porque es evidente: el beneficio fruto del esfuerzo es para todos.

No esperen a que una necesaria futura memoria, que más pronto que tarde pedirá paso, les clasifique en un incómodo presente, sitúense hoy, construyamos una sociedad de imprescindibles cuanto antes, esta vez es más sencillo que con aquellas tragedias sociopolíticas, ahora se trata de un desastre natural, un drama humano, basta con mirar muy cerca, a los lados.* Periodista y doctor en Comunicación Social