ON ya muchos los amigos que por una u otra causa van desapareciendo de entre nosotros. No es la menor la edad que llevamos a cuestas. Siempre duele que ocurra a personas que, como Mitxel Unzueta, han sido un ejemplo de vida esforzada y ejemplar en todos los órdenes. Lo conocí en Bilbao en 1976 por un gran amigo común, José Mª Luzárraga, colaborando en asesoramiento a empresas. Cuando José Mª falleció en un accidente espantoso, acompañamos en el entierro a su viuda Itziar e hijos, a su madre y hermano Jesús, unos pocos amigos, entre los que estábamos. Todos seguimos recordando la gran humanidad del amigo que perdíamos, al que mencionábamos en cada encuentro.

Mitxel era un personalista comunitario y jurista culto, pero, sobre todo, un humanista preocupado por las personas y gran amante de su tierra y cultura vascas, conocedor de la historia institucional de Vizcaya y un gran intelectual. Así se explica su compromiso con la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País, institución de ilustrados fundada en 1764, cuyo origen se halla en los “caballeritos” que se reunían en el Palacio Intsausti de Azcoitia. Dentro de esta actividad se sitúa su publicación sobre La Bascongada: camino de futuro (1993).

Inmediatamente de licenciarse en Derecho tras sus estudios en Deusto (1951-1956), inició el ejercicio profesional de abogado, que llenaba su vida. Como era persona de acuerdo y concordia veía en el arbitraje un modo extrajudicial de resolver los conflictos intersubjetivos de intereses. No fue un teórico profesor universitario en Deusto, ejerció como presidente del Tribunal Arbitral de Comercio de Bilbao. Creía en la institución y se convirtió en un apóstol publicando un trabajo en una revista internacional sobre su visión y misión (2005) y otro sobre los 125 años de la Cámara de Comercio, Industria y Navegación de Bilbao (2012).

Como buen humanista, nada humano le era ajeno. Se comprometió con el futuro de Euskal Herria en el momento decisivo que fue el fin de la dictadura. Se abría un nuevo horizonte para todos y, para él, el momento de recuperar la foralidad perdida en un nuevo orden constitucional y democrático. Por eso aceptó la propuesta que le hizo su partido para ir al Senado en la lista de Bizkaia. Formó parte de la cámara tras las elecciones de 1977 y 1979. A partir de este momento trabajó activamente en la Asamblea de Parlamentarios Vascos para lograr el régimen preautonómico de 1978 y el Estatuto de Autonomía de 18 de diciembre de 1979.

Su papel en la asamblea de parlamentarios vascos y en la negociación constitucional proyectaron la imagen de un foralista, capaz de negociar con convicción, sin dogmatismos estériles y con pragmatismo. Siempre fue consciente de que era el momento de buscar un nuevo lugar para los derechos históricos vascos dentro del nuevo Estado constitucional, ya que ninguna constitución liberal lo había hecho. Así lo defendió dentro y fuera del partido, frente a quienes desde el Compromiso Autonómico de 1977 aspiraban a volver al Estatuto de 1936, hasta lograr que Ajuriaguerra los convirtiera en la línea y objetivo político de la identidad nacional vasca. El camino fue difícil y tuvo que luchar con quienes desde el Gobierno de la UCD los consideraban una reliquia medieval, avalados por las autorizadas opiniones del constitucionalista García Pelayo y El País.

Tanto la disposición adicional primera de la Constitución, en su reconocimiento de los derechos históricos de los territorios forales, como el Estatuto deben mucho a su conocimiento, actividad y entrega. Fue un foralista que intentó su reconocimiento como medio para superar la idea de la “unidad nacional” uniformista del liberalismo, sustituida por la diversidad histórica tradicional de “las Españas”. Pretendió hacerlo sobre la idea de una soberanía originaria del pueblo vasco, titular de derechos históricos irrenunciables, que, en un pacto bilateral y libre con la Corona, se integraba en una confederación de territorios históricos en una monarquía confederal. Idea que no se incorporó en el texto definitivo de la Constitución. Aún así, fue mucho lo alcanzado, superando el autogobierno del Antiguo Régimen y las leyes de 1839, 1841 y 1976.

Unzueta fue uno de los pocos que vio en aquel momento el horizonte de posibilidades que se abría, siempre que hubiese madurez y acuerdo en su desarrollo, comportamientos que siempre propició frente a cualquier radicalismo. Para su concepción, el reconocimiento y ejercicio de los derechos históricos había que entenderlo no como una “descentralización administrativa” desde las instituciones estatales a las territoriales, sino en la plasmación de una identidad política colectiva, de su derecho de autogobierno democrático y “hechos diferenciales”.

En todo momento apoyó el pactismo, tanto respecto al conjunto del Estado, con base en el histórico con la Corona, como en el interno para lograr la estabilidad que permitiera el desarrollo del autogobierno reconocido en el Estatuto. Lo hizo desde su idea de la transversalidad y el método comunitario de los objetivos concretos alcanzables, sin maximalismos imposibles, creadores de frustraciones colectivas. El pacto de investidura entre el PNV y el PSOE de 19 de enero de 1985 y todos los acuerdos, como el de Ajuria Enea, contaron con su participación activa y su saber hacer.

Dejó testimonio de su paso por la política en varias obras, como Estudio comparativo de los Estatutos de 1936 y 1979: la génesis del Estatuto de 1979 (1988), La transición en Euskadi (1998), Acercándonos al País Vasco, algunas reflexiones necesarias (2002). Los Recuerdos de la transición (2003) son un testimonio vivo de su intensa participación en el proceso constituyente. Estudió los derechos históricos como medio para buscar un adecuado tratamiento de la identidad vasca dentro del Estado, dejando la visión de su presente y futuro (2009).

Mitxel, la memoria humana es frágil. También la colectiva. Pero al menos ha de quedar constancia de lo que fuiste como persona, jurista y político vocacional, y de lo mucho que aportaste al progreso institucional de tu pueblo. En este momento, tus amigos agradecemos el haber tenido la fortuna de serlo. Nadie te podrá reprochar que no aplicaste bien tus muchos talentos y cualidades. A tu esposa Cecilia, a tus hijos María, Mikel y Elena, el haberte dado afecto y apoyo en los momentos difíciles que tiene toda entrega generosa al servicio de los demás. Goian bego. Agur jauna. * Expresidente de Navarra