Hemos mirado al dedo que señala la Luna cuando nos fijamos más en lo que dirá o dejará de decir el rey Felipe VI en la celebración de la Pascua Militar. Lo verdaderamente fuera de lugar es que tal celebración siga siendo un acto normalizado de tributo a los ejércitos al que deben asistir y asisten como obligación inexcusable los representantes de diferentes gobiernos y cámaras parlamentarias. La pleitesía que se rinde a los militares, como si fueran algo más que unos funcionarios con unas tareas muy bien delimitadas, es una asignatura pendiente de toda sociedad moderna.
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