sI hay algo difícil de recuperar cuando se pierde, eso es la reputación. En el célebre libro de Las 48 leyes del poder, de Robert Greene, se expone la tesis de que se pierde para siempre. Por ejemplo, un presidente que dimite por un caso de corrupción probado se queda sin ningún tipo de prestigio personal. Conocemos casos así.

Aunque los casos de corrupción son alargados en el tiempo, la reputación también se puede perder en unos pocos segundos. Ejemplos claros son dos antiguas presidentas de la comunidad de Madrid: Cristina Cifuentes y Esperanza Aguirre. La primera, sobre todo, por un robo grabado en un supermercado. La segunda, por tener una trifulca con la policía después de un incidente de tráfico. En ambos casos subyace una cuestión: ¿cómo te voy a hacer caso si no cumples aquello que debes hacer cumplir?

Todos aquellos casos que permiten colgar un sambenito en una persona de por vida deben evitarse: un error mínimo es una ruina. Se lo podemos preguntar a José Luis Ábalos, ministro de Fomento: después de su reunión con Delcy Rodríguez en el aeropuerto de Barajas salió a dar explicaciones del caso (la expresión es correcta: dio muchas explicaciones) y este asunto puede marcar su carrera política. José Blanco, antiguo ministro socialista, tuvo una reunión en una gasolinera que manchó su reputación y dejó una imagen de persona poco transparente. José Manuel Soria, antiguo ministro popular, quedó marcado por tener cuentas en paraísos fiscales. Los ejemplos abundan.

Aunque es importante evitar la reputación negativa, se han puesto de moda empresas que fomentan la reputación positiva. En especial dentro de las redes sociales. La directiva del Fútbol Club Barcelona tiene problemas: ha sido acusada de contratar a la consultora de análisis de datos I3 Ventures para mejorar su imagen (lo cual es adecuado y legítimo: lo hacen muchas personas e instituciones) y perjudicar la imagen de futbolistas o personas ligadas a su club que podrían competir con ellos en el futuro por adquirir cuotas de poder.

El peso del currículum vitae permanece: indudablemente es importante para poder aspirar a diferentes puestos de trabajo. Sin embargo, se debe cuidar la reputación en la red. De hecho, existen dos mercados en los que las señales previas no aseguran un buen desempeño futuro. Son el mercado laboral y el mercado del amor. Un buen currículum no asegura ser el mejor profesional de la empresa. Por otro lado, saber seducir de forma irresistible a una persona no asegura ser el mejor compañero de vida futuro.

En estos casos, siempre se investiga en la red. No hay que ser muy imaginativo: si un empresario va a contratar a alguien, es difícil que no se vaya a un buscador, apunte su nombre e indague un poco. Por otro lado, si conocemos a alguien con quien nos planteamos iniciar una relación de pareja también es muy difícil que no investiguemos acerca de su pasado en la red. En este caso, merece la pena recalcar una curiosidad: es el tema de las fotos que se dejan colgadas. ¿Cómo podemos saber si dicha foto es la de la persona con la que estoy chateando? Si hay tanto engaño en la red, ¿cómo controlar esa cuestión? Se están desarrollando aplicaciones que sirven para buscar imágenes que correspondan a lo que estamos viendo. Así, puede ser que una foto de un aspirante a pareja sea un escritor norteamericano o una cantante inglesa.

Por todo ello, es útil cuidar la reputación en la red. No vale ver nuestro ordenador, ya que si tecleamos términos como "pensamiento crítico" en el mismo el buscador tiene en cuenta, además del concepto asociado, las páginas donde hemos navegado anteriormente. Son las cosas de los algoritmos. Es decir, es primordial investigar la información que se necesita en otros dispositivos.

Por desgracia, debemos recordar un dicho antiguo: "hecha la ley, hecha la trampa". Algo positivo como tener más información de una persona, empresa o institución tiene interferencias. Existen webs que recomiendan diferentes establecimientos como restaurantes, hoteles o bares. No obstante, siempre se puede exagerar una información para bien o para mal: "La comida fue maravillosa" (propietarios), "la comida fue repugnante" (competencia). Aunque se establecen filtros para evitar este tipo de estrategias, es indudable que generan un modelo de negocio.

En algunos casos, por salvar nuestra reputación podemos perjudicar a la comunidad. Por ejemplo, el gobierno de Tanzania ha prohibido grabar imágenes de coches que se quedan atrapados en el barro cuando se van de safari para evitar espantar al turismo. En algunas crisis como la del coronavirus las autoridades tardan en reaccionar para salvaguardar la reputación: el remedio es peor que la enfermedad.

¿Y la reputación de los políticos? La tienen, por su puesto. En algunos casos, queda la trayectoria y la manera de ser. Esos casos son los que debemos elegir para nosotros mismos.

* Autor de 'Ideas de economía de la conducta' y profesor de la UNED