AÚN siguen en las pupilas algunas escenas de la película de Amenabar Mientras dure la guerra. Queda en el aire una interpretación que sirve para la Guerra Civil española y para todas las guerras: mientras duren las guerras, los derechos humanos de los amigos y de los enemigos no existen, matar y robar se hace a una escala tan grande que solo las frías estadísticas son capaces de relativizarlo. Hay intereses de todo tipo para que se comience una guerra. Y para que dure porque, como decía Gila, "en la guerra vas matando gente y nadie te dice nada", es un atentado brutal a los derechos humanos y nadie dice nada.

Cuando, en relación a la Guerra Civil española, Bernanos habla de un cementerio donde "decenas de cuerpos bañados con gasolina formaban bajo la luna plateada", estamos hablando de seres con no-vidas, seres no humanos, a quienes se les puede matar como la cosa más natural del mundo. Y si se puede matar sin miedo al castigo o la reprobación, o incluso si se aprueba a quien mata, o se considera héroe a quien mata, las responsabilidades éticas implican también a muchísimas más personas que quizá no se encuentran en el escenario bélico, pero aplauden el espectáculo o guardan silencio, lo que contribuye a alimentar al monstruo. Afecta también a quienes consideran que determinada lucha armada no es más que una guerra o que la confrontación necesita métodos de guerra.

Tras los desastres de muchas guerras, especialmente de las dos denominadas mundiales, y el afloramiento de actitudes que rememoran algunas de las que se dieron en aquella época, es pertinente volver a preguntarse el porqué de tanta violencia pasada y presente en los escenarios más diversos del mundo. Y este tiempo que vivimos tiene que preguntarse también si esas medidas que consideramos más urgentes frente al cambio climático, con sus tonos de capitalismo verde, no están colaborando a tranquilizar nuestras conciencias por un mundo mejor, cuando dos terceras partes de la humanidad están afectada por el hambre y hay campos llamados de refugiados en los que la dureza de la vida cotidiana y las condiciones de supervivencia se asemejan demasiado a los campos llamados de concentración que tanto repudiamos con la boca pequeña. El caso es que hay millones de personas desplazadas a consecuencia de las guerras, viviendo en condiciones infrahumanas. ¿Qué le podemos decir a un niño o a una niña que tiene una vida no-vida en un campo de refugiados desde hace años cuando afirma que su sueño es que no amanezca?

Emmanuel Levinas, filósofo de origen judío que sobrevivió a un campo de concentración y sufrió el exterminio de su familia, habla de la violencia como reducción del otro a una cosa y considera que, si nos proponemos eliminar las raíces de la violencia, es preciso un pensamiento diferente donde no se niegue al otro. En cambio, aumenta el racismo en nuestro entorno, que es un intento de eliminar la diferencia, de absorber, de reducir. A negar y erradicar hemos de oponer la idea ética de cuidar. Pasa el tiempo y continuamos cometiendo los mismos errores éticos y de convivencia donde los principios judeocristianos de "no matarás, no robarás" tienen dificultades de existencia y "nadan en las aguas heladas del cálculo egoísta", expresión de reminiscencias marxistas. Anatole France venía a decir que cuando alguien dice que muere por la patria muere por quienes tienen mayor poder económico.

Para Simone Weil la guerra es una prolongación de esa otra guerra llamada competencia y que ese reto de la competencia hace de la producción en sí una simple forma de lucha por la dominación. Es verdad que hoy se habla mucho de empresas colaborativas y de modelos cooperativos? pero se acaba de anunciar que el nuevo sistema de misiles hipersónicos Avangard rusos, que pueden vomitar su capacidad de destrucción en cualquier lugar de la Tierra, están ya a disposición de las Fuerzas Armadas de ese país, que China no se está quedando atrás con este tipo de proyectos y que Estados Unidos está aumentando sus presupuestos militares para liderar la carrera de la amenaza y el miedo.

Un pensamiento salvaje reduce a otras personas y pueblos a una presa, aunque revistamos esta salvajada con palabras de patriotismo e intereses nacionales. Yemen, Irak, Siria, Somalia, Afganistán, Sudán del Sur? ¿Será Libia la guerra presente y futura junto con otras más? Controlar territorios que tengan algún tipo de riqueza es seña de identidad de las guerras. Y allí van personas concretas a luchar, con su propio miedo al enemigo, a quien no se ve cara a cara, y miedo del soldado presionado por órdenes militares que va a sacrificar su vida si se enfrenta al enemigo o si desobedece órdenes. ¿Puede haber mayor grado de deshumanización? Y así son posibles las masacres, que es la forma más radical de opresión, la guerra como trituradora de vidas humanas en las que muchas personas forman parte del engranaje que destruye todos nuestros valores humanos. Y no digamos nada cuando alguien acciona desde su centro de trabajo militar armas sofisticadas que matan en otro lugar del mundo, como si de un juego virtual se tratase, y después recoge a su familia y habla sobre la necesidad de respetarse y ayudarse.

No parece, además, que una guerra traiga como contrapartida la paz. Quienes vencen siguen humillando y privando de sus derechos a quienes han vencido. Todavía hay personas con quienes convivimos que saben de la dureza de una postguerra. La guerra representa una suma de sufrimientos, de sangre, dolor y lágrimas. Todo cambia y va haciendo pedazos a todas las personas que participan, sean del bando que sean, de manera que todo se convierte en miseria, sufrimiento y destrucción incluso cuando un pueblo lucha y muere por una causa que desea.

Nos quejamos de que a veces hay coacciones en determinados contextos de trabajo que son insoportables, pero el grado de coacción desde un aparato militar, perfectamente engranado, no tiene posible comparación. Y es que la violencia es hija de la mentira, que alimenta su poder y mantiene su potencial destructivo. Es una versión absoluta del terror. La ciencia, que dispone de mecanismos intelectuales refinados para resolver los problemas complejos, no sabe nada de cuestiones éticas y pone todos sus recursos al servicio de la guerra. Mientras duren las guerras?

* Escritor