SERÍA pretencioso sostener que en siglo y pico la coherencia ha guiado cada paso o que se ha observado una rigurosa fidelidad a la filosofía que el Athletic defiende en voz alta. Detrás de los centenares de futbolistas que han pertenecido al club hallaremos historias, quizá no muchas aunque sí varias, que de ninguna manera utilizaríamos para ilustrar los supuestos que acreditan la pertenencia al equipo de un modo natural. En general el Athletic ha contado con futbolistas que gracias a su contrastada procedencia no planteaban dudas o azuzaban el debate identitario, pero cualquiera podría citar excepciones. Sucede que frente a los límites autoimpuestos se ha maniobrado con mayor o menor tiento para que se diese por buena la captación, pese a que en ocasiones el asunto estuviese cogido con pinzas. Serían las famosas trampas al solitario.
Esto va de una ley no escrita que sin embargo sustenta una historia increíble, pues desarrolla un proyecto singular con solvencia y éxito incuestionables a lo largo de doce décadas; esto va de un sentimiento íntimo arraigado en el pueblo que no requiere explicación, sencillamente es así; esto va de un modelo absolutamente anacrónico, a contracorriente del resto del mundo del fútbol y que desde fuera miran con envidia, unos sana y otros no.
Lo de esta chica de 20 años de edad de nombre Bibiane Schulze que al parecer acaba de contratar el Athletic presenta una pega objetiva: ni ha nacido en Euskal Herria, que más allá de disquisiciones de índole política es el territorio del que se nutre el club, ni se ha formado futbolísticamente en clubes radicados en Euskal Herria. Para compensar sendos déficits se esgrime el origen vasco de su madre, así como que uno de sus antepasados fue jugador del Athletic porque, claro, él sí reunía al menos uno de los dos requisitos apuntados en este párrafo.
Al margen de lo anterior, se da la circunstancia de que tiempo atrás el Athletic ya estudió la opción de incorporarla a sus filas, pero decidió no hacerlo por improcedente, dado que no cumple las condiciones que avalarían su llegada, ni por nacimiento ni por trayectoria deportiva.
Los actuales dirigentes son de otra opinión. No ven un problema en traer a la jugadora alemana, pero se están equivocando. Lo malo no es que la iniciativa contradiga la serie de encendidos pronunciamientos de Aitor Elizegi que se resumirían en que “la filosofía no se toca”, al fin y al cabo ya sabemos que las palabras se las lleva el viento. El error estriba en que no se ha promovido una reflexión y buscado un consenso en tema tan delicado y el cuerpo social, depositario de las esencias del club, se entera a toro pasado de una operación que encima constituye un precedente. Se abre la puerta a no se sabe muy bien qué. Porque si un padre o una madre son aval suficiente, ¿lo es una abuela? ¿Y un bisabuelo? Dirán que si jugó en el Athletic, sí. ¿Y si fue un panadero de Somera en el siglo XVIII?